El complejo de nuestra clase política nos ha llevado no sólo a la pérdida de espacios de la identidad valenciana, sino a unas cotas de despilfarro y endeudamiento que nos han hecho líderes en mala gestión. El político valenciano ha sido y es obtuso por definición y no es capaz de ver la belleza y riqueza que tiene ante si de lo propio, de lo genuino, y busca homologarse y encontrar el reconocimiento general apuntándose a todas las modas, por horteras que sean.

Hemos querido tener de todo y el canon que pagamos por ello nos ha llevado a la ruina cuando Valencia y todas sus localidades tienen algo tan propio y movilizador como son las Fallas, capaces de generar mil veces más riqueza que todas los eventos importados por los que pagamos ingentes cantidades de dinero que, como ha quedado demostrado, ni son tan rentables ni universalizan su beneficio como lo hace la fiesta fallera. Las Fallas no son sólo expresión de nuestra identidad, son generadoras de arte, fe, alegría, literatura, autocrítica, humor y convivencia cívica, y son, como hemos podido comprobar una vez más, una fuente generadora de riqueza directa, sin cánones ni intermediarios, que revierte en la ciudadanía y en gran parte de nuestro tejido empresarial de servicios.

Señores políticos, lo tienen delante y no lo ven. Las Fallas y el turismo que generan son una gran solución para los graves problemas que atraviesa nuestra maltrecha economía. Déjense de complejos y mimen la fiesta. Hagan de la exaltación de lo valenciano, de nuestras tradiciones, no sólo un vehículo vertebrador, sino el verdadero motor de nuestra mejor Fórmula 1.