Mientras Esperanza Aguirre se presta a interpretar el papel duro de reivindicar la devolución para el estado de las competencias de educación, justicia y sanidad, un centradísimo Rajoy sale ya a escena para dejar claro que «la reforma del estado autonómico ni se plantea ni se discute». Se cierra el telón. Aplausos. Los gobiernos nacionalistas de la España asimétrica de la corrupción y del despilfarro respiran hondo. Acabó la obra. Sólo era teatro. Pero lo que no es teatro es que la bolsa española se hunde, la prima de riesgo se dispara y los recortes de Rajoy... perdón, los ajustes, no sólo no convencen sino que producen un efecto adverso ya que los mercados advierten de la impostura política española, puro maquillaje que lo único que oculta tras tanto ajuste no es otra cosa que más de lo mismo. Todo sigue igual.

El evangelio de San Lucas recoge una de las más bellas y enternecedoras parábolas, la del hijo pródigo que, cual territorio autonómico español, se dedicó a dilapidar todos sus haberes históricos. Nuestra España constitucional y autonómicamente diferente en función de los correspondientes derechos y mitos forales, hoy, y tras 30 años de corruptelas cortesanas y en su más absoluta pobreza, vuelve a mirar al estado: «Abba, Pater! Padre mío… he pecado contra el cielo y contra ti» (Lc 15,20-24). Y Rajoy, padre del estado, cuando aún estaban lejos, los vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se les echó al cuello y los cubrió de besos. Comenzaron a decirle los hijos: Padre, hemos pecado contra el Cielo y contra ti; ya no somos digno de ser llamado hijos tuyos. Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, sacad el mejor traje (lo del traje no es mío –lo dice San Lucas-) y vestidlos; ponedles un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque estos hijos míos estaban muertos y han vuelto a la vida, estaban perdidos y han sido encontrados. Y se pusieron a celebrarlo. Y así sigue y seguirán por los siglos de los siglos. El Padre volverá a dotar a los hijos con presupuestos multimillonarios y estos lo seguirán negando como hicieron siempre. Mantendrán sus respectivas cortes taifales, privilegios y sinecuras, y cuando revienten otra vez por su endogamia, despilfarros y corruptelas, volverán a rasgarse las vestiduras ante la débil y piadosa voluntad del magnánimo Padre que siempre estará dispuesto al más humillante de los perdones. Y traerán, de nuevo, el ternero cebado y volverán a celebrarlo. Y seguirá la fiesta.