La bandera española que ha estado casi un mes en el balcón para animar a la «Roja» ha vuelto por fin a la bolsa, aunque cubierta de ceniza e impregnada de un fuerte olor a quemado. La victoria de los de Casillas ha llegado con un sabor amargo para decenas de miles de valencianos que han perdido mucho (o todo) y ha matado su trabajo y sus esperanzas para varios años. Porque el título europeo de fútbol y sus celebraciones importan un bledo cuando las llamas han aniquilado a todos los animales de una granja o han reducido a cenizas la casa erigida con tanto esfuerzo. La enseña nacional, tan flameante estos días, cubrirá (¡qué cosas!) el féretro del coronel retirado fallecido al caer su helicóptero al pantano de Forata mientras luchaba contra el fuego en Cortes de Pallás. Es una pena que la sociedad no reconozca como corresponde el mérito de los que combaten las llamas con riesgo de sus vidas y se lance a la calle con la cara pintada por el fútbol. Sólo era fútbol.