Baltasar Bueno hizo el sábado de Capitán Araña, aquel que embarcaba a la tropa y se quedaba en tierra. Nos anunció en su artículo «De la festa, la vespra», la procesión felliniana del Cristo de la Albufera, y allí nos presentamos. La plaza del Palmar estaba a rebosar de personas que se abrían ante la comitiva del arzobispo de Valencia, que acudía por primera vez. También estaba el joven Aleixandre, alcalde pedáneo, con su antecesor y padre.

Vicente Ramírez también iba de un lado a otro saludando a sus numerosos invitados. La sorpresa de la barca de este año es que realmente eran dos. Son tantos los artistas, escritores y gentes conocidas que acuden a la llamada del creador del «Benvinguts a València» que fue necesario preparar dos embarcaciones, y aún así iban repletas.

Desde Merxe Banyuls y su amiga Clarita, representación de «Pavesos», hasta el periodista Onofre Valldecabres, pasando por Pepe Sancho, el fotógrafo Pineda y todo tipo de amantes de lo valenciano. También estaba el profesor Ballester Olmos.

La Valencia más genuina navegaba en las barcas de Ramírez, las cuales siguieron la procesión con una disciplina completa, estando en todo momento junto a la barca que transportaba la imagen. Cuando la comitiva llegó al centro del lago el arzobispo Osoro realizó una de sus más bellas alocuciones.

Tras la preceptiva bendición, los romeros volvieron a los puertos de Silla, Catarroja, Albal, Massanassa y por supuesto el Palmar. Vicente Ramírez estaba pletórico de haber vivido nuevamente aquella jornada. Contemplándolo junto a las aguas, no podemos dejar de admirar el comportamiento de esta personalidad tan extrovertida. Vicente es la representación viva de aquella Valencia de pueblo, generosa y abierta hacia el visitante. Todo es poco cuando hay que satisfacer al amigo. Cualquier cosa se comparte con la bondad del hermano.

Ya apenas queda nada de todo eso. El materialismo galopante nos llevó a una crisis de valores que desembocó en el egoísmo más rotundo. Quizá esta crisis que nos azota tenga como contrapunto la recuperación de la sencillez perdida y la revalorización social del verbo compartir. Si nos animamos, comportamientos como los de Ramírez nos dejan las pautas y el ejemplo.