El enigma de si este verano iba a ser «caluroso», por debajo o por encima de lo «normal», ya parece ir desvelándose. Ahora, a toro pasado, es cuando me atrevo a afirmar que el verano está siendo muy caluroso, tórrido en algunos momentos. Desde prácticamente mayo se va desarrollando un calor bastante sostenido, con puntas destacadas a finales de junio, mediados de julio y principios de agosto. Y, por si faltara algo, estamos a las puertas de una ola de calor que puede ser quizás la más larga e intensa en algunos puntos del sur peninsular. Curiosamente, los medios, incluido el propio Pedro Piqueras, están menos pesados que otros años con las olas de calor, aunque yo creo que están siendo más intensas y sostenidas que otros veranos. Sin duda, el hecho de que una época como ésta, habitualmente falta de noticias, siga en la dinámica de la crisis económica, está ayudando al calor a pasar más desapercibido. También es posible que estén hablando lo mismo de él pero yo no le esté prestando atención. Ese calor no impide la existencia de contrastes como el pedrisco que asoló el 28 de julio el sur de la provincia de Valencia y el extremo norte de la de Alicante. Incluso hubo quien me preguntó si no era inaudita esta gran tormenta y si ello ya quería decir que el verano estaba cercano a su fin. Nada más lejos de la realidad, los pedriscos se suelen presentar en años secos y calurosos, y tres días después llegó la ola de calor no más larga pero sí más intensa en algunos puntos del sureste peninsular, antes de que llegue la siguiente, que también está siendo precedida por una clara bajada de temperaturas. En fin, siguen los contrastes y pronto vendrá la pregunta de si todo esto no quiere decir que la gota fría será tremenda este otoño porque ya he leído por ahí que el Mediterráneo, a casi 30 ºC, está en «ebullición», total para eso sólo faltan 70 ºC de nada. La respuesta, la de siempre: el mar caliente es un factor más, pero no es suficiente si no concurren otros.