Todo parece indicar que el gobierno de España tiene previsto suprimir el subsidio de 426 euros mensuales para todos aquellos españoles que hallándose en el paro, carezcan de cualquier otro ingreso para su subsistencia y la de los suyos. Acción tan ruin, de producirse, solo puede caber en mentes políticamente enfermas. En mentes desprovistas de cualquier sentimiento humano, dígase lo que se diga. Es más, acto tan vil, debería desmentirse de inmediato por el Gobierno (PP), y desde luego, por su máximo dirigente, Rajoy.

Aunque parezca obvio, si para nadie deben pasar desapercibidas las exigencias esenciales del texto constitucional, mucho menos debe serlo para el máximo representante político del País. ¡Basta ya de trampear la Constitución! ¡Basta ya de ser el hazmerreír de toda Europa! ¡Basta ya de medidas contra los que menos tienen!

No se ignora que en un sistema tan capitalista como el de la actual España, no van a ser los que más tienen los mayores contribuyentes para la salida de la crisis que ellos mismos han ocasionado por acción u omisión, aunque sería lo más justo. Aquí nadie tira piedras contra su propio tejado y menos lo van a hacer quienes tienen en sus manos los resortes del poder y de la economía, que viene a ser los mismo, dígase lo que se diga. Nadie se hace el harakiri, ¡faltaría más! Pero de ahí a considerar que solo la parte más débil ha de pechar con el tremendo agujero negro que han originado quienes dirigen política y económicamente el País desde sus despachos ministeriales y desde las empresas trasnacionales, más los gabinetes de los responsables de las 17 autonomías, va un trecho que debe serles, al menos, difícil de transitar.

Para ello se hace imprescindible una acción democrática coordinada de todas las fuerzas de progreso que conformen una mayoría electoral para sustituir al PP, que no solo carece de ideas, sino también de voluntad, para enderezar la grave situación que padecemos por otros derroteros que no sean los del retroceso de los derechos logrados con sumo esfuerzo. Quienes han hecho posible este penoso resultado no pueden seguir llevando las riendas del poder. Es cierto que han ganado unas elecciones, pero ha sido con trampa. Prometiendo lo contrario de lo que están haciendo, sin excusa admisible de ignorancia. Su descrédito es absoluto, sin paliativos. Por tanto, hacen falta otras personas y otras alternativas políticas para reconducir esta situación. De lo contrario, Merkel nos impondrá un tecnócrata, y si no, al tiempo.

Quienes incumplen sistemáticamente la Constitución, laminando derechos tan fundamentales como la entrega del mínimo vital a quien no se le ofrece una alternativa de trabajo para salvar su dignidad personal y familiar, no merecen gobernar, aunque hayan ganado unas elecciones. Quien no garantiza «la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo» ni asegura «a todos una digna calidad de vida» (del preámbulo de la Constitución) debería dimitir ya, antes de que sea demasiado tarde.