Decía Hanna Arendt que la clase media es el colchón que impide la revolución de los pobres. Las clases medias son, de suyo, conservadoras porque están principalmente interesadas en aumentar sus comodidades. Llegar a la clase media significa despedirse de la pobreza, de las privaciones y nacer en la clase media trae consigo una concentración biográfica en el bienestar propio y de tu familia. Es cierto que las clases medias se han aliado dos veces con los pobres, en la Revolución francesa y en la rusa, para romper la tiranía de nobles y zares pero a partir del siglo XX y, sobre todo, a partir de la civilización de los consumos, se diría que el icono de la clase media española es la cultura de El Corte Inglés. En la postguerra española no había apenas clase media. Muchos de sus miembros habían sido asesinados o desterrados por el franquismo triunfador. Con el paso del tiempo, y sobre todo desde la llegada de los americanos, nació una clase media bastante despolitizada, que incluso agradecía al régimen la paz y el orden que impuso. Apenas había alteraciones del orden y nuestros turistas, ingleses, franceses, alemanes, agradecían aquella tranquilidad de la que disfrutaban.La profunda crisis económica que padecemos está adelgazando sensiblemente las clases medias. Muchos se han quedado sin trabajo, han perdido sus viviendas y hasta tienen que ir a comer a los comedores sociales. Se incrementa el número de pobres con educación formal, bachilleres y hasta universitarios, lo que añade un cierto elemento de desasosiego entre nuestros jóvenes de clase media quienes, carentes de habilidades manuales, emigran como lo hicieron sus abuelos. Y la gran institución que impide la eclosión social sigue siendo la familia que tiene a sus hijos en casa hasta los treinta, cuarenta años. Mientras esto ocurra disminuirá en España la revolución de los pobres aunque puede que los desheredados reaccionen a la griega, tomando las calles y formando alborotos.