Llamar reformas a los simples recortes puede parecer una cuestión de semántica política, siempre útil para vender mercancía averiada. Pero el problema no está en el nombre, sino en la reforma que no se hace. Asumiendo que los recortes en el gasto son necesarios, este hecho brinda una magnífica oportunidad para reordenar el cuerpo del Estado en todos sus niveles, estatal, autonómico y local, estableciendo prioridades, seleccionando programas, reformando servicios y mejorando su eficiencia. Pero esto requiere un concienzudo rediseño estratégico, capacidad de innovación y, sobre todo, férrea voluntad de cooperación entre administraciones. Es el momento de pensar, imaginar y colaborar, rehaciendo el modelo de bienestar y construyendo un sector público más ágil y competitivo. En lugar de ello, por incompetencia, ausencia de ideas y falta de colaboración acabaremos construyendo un mutilado.