Hace unas semanas saltaba la noticia en los medios de comunicación de la subasta, por parte de la baronesa Thyssen, del cuadro «La esclusa», del pintor inglés John Constable. La falta de liquidez «obligaba» a llevar a cabo la venta de uno de los grandes cuadros del genial pintor del siglo XIX. Hace pocos días, el cuadro, finalmente, se vendió por 27,9 millones de euros (algo más de 4.600 millones de las antiguas pesetas). Por encima de debates estériles sobre si un cuadro puede valer realmente esa cantidad €compárese con el coste de algunos fichajes futbolísticos y estímese la condición de la obra pictórica como obra de arte universal€, el cuadro de Constable es una delicia. Una representación ejemplar del paisajismo realista inglés de comienzos del siglo XIX, realizada por uno de sus cultivadores más aventajados. Pero, además, el cuadro €y su autor€ reúne un valor especial para los que amamos el cielo y sus variadas formas nubosas. John Constable ha sido uno de los mejores pintores de nubes de la historia de la pintura. En «La esclusa», tal vez lo de menos es la representación de la propia esclusa del molino de Flatford, en el río Stoury, donde se sitúa la escena; ni del hombre que la intenta abrir para que pase la barca que hay sobre el canal. Lo más majestuoso de este cuadro es la representación del cielo, que sirve de pórtico al lienzo, con su variedad de géneros nubosos (cúmulos, cumulonimbos, velos de cirros, altocúmulos y algún nimbostrato del que se desprende una ligera virga de lluvia). Constable conoció la clasificación de nubes de Luke Howard (1802) y llevó a cabo un «Estudio de nubes» (1821-22), para intentar representar todos los géneros que había propuesto el erudito farmacéutico inglés en su propuesta. Él mismo se autodefinía diciendo: «Yo soy el hombre de las nubes». Pintar nubes, y pintarlas bien, es de las tareas más difíciles en el arte de la pintura. John Constable fue un autor aventajado en esta técnica, y sus cuadros así lo reflejan.