Ua pregunta capciosa de la temporada es «¿no te vas de vacaciones?». Lejos de nosotros minimizar la importancia semiológica de la traducción como «lárgate de mi vista», pero la clave radica en el «no» que actúa como velada censura. El interlocutor formula su inquisición con el instinto policial de quien ha localizado a un sospechoso de disidencia, frente a terceros te tratará directamente de enfermo. Su tono es conminatorio, «¿no te atreverás a desafiarnos quedándote en casa?». La respuesta más adecuada debe incluir interrogantes y el «no» redundante, «¿y tú?, ¿no volverás más inteligente de tus vacaciones?». El requiebro exige una sólida presencia de ánimo, tal vez incompatible con el derretido mes de agosto.

Si quienes no viajan €Kant, Salgari, Asimov€ son tontos, por qué no conocemos un solo ejemplo de un viajero de nuestro entorno que haya espabilado durante su periplo estival. Sin embargo, toda reflexión es desproporcionada. El planeta se ha llenado de personas que sólo conceden importancia a lo que ellos hacen, aunque jamás se han preguntado por qué lo hacen. Durante algún verano pensé erróneamente que la única forma de disfrutar de sus vacaciones consistía en que otros no tuvieran derecho a ellas. Sin embargo, en el edén de lo políticamente correcto les preocupa en realidad que, si no te vas de vacaciones, les obligas a cuestionarse las suyas.

«¿No te vas de vacaciones?»reúne los ingredientes del imperativo maoísta al amparo de la pregunta beatífica. Por no hablar de la obligación de inmiscuirse en la vida ajena que plantea el excesivo énfasis en el aparentemente anodino «¿todavía juegas al tenis?», a traducir por «ojalá te quedes en la pista de un infarto». No olvidemos que las imposiciones del Fondo Monetario se llaman recomendaciones. Los prescriptores del «¿no haces esto y lo otro?» han diseñado la sociedad de los viejos de espíritu, donde los treintañeros piensan en su jubilación y sufren por no disfrutar de las vacaciones que amargaron la existencia de sus padres, que sólo supieron liberarse de ellas gracias a la crisis redentora.