Parecen existir pocas dudas respecto a que el Reino de España va tener que ser rescatado. Ante una medida tan dura como inevitable, hay que ir asumiendo las consecuencias que ello va a tener en nuestra vida cotidiana. Para aquellos que están en el meollo de la decisión, España, además de su dimensión mucho mayor que los antecesores caídos en esta crisis €Grecia, Portugal e Irlanda€ presenta una dificultad a la hora de tratar de intuir la forma que adoptarán las contrapartidas de este rescate, ya que somos un Estado descentralizado en el que muchas de las medidas que impondrán desde fuera van a afectar a servicios que gestionan los gobiernos de la Comunidades Autónomas (CCAA). Ahora se trata de saber si reunimos las condiciones de credibilidad para responder por el dinero del rescate. La existencia de 17 CCAA con sus gobiernos legítimamente elegidos, presenta incógnitas para la consecución de unos acuerdos que permitan evitar el default y en su caso la salida del Euro. Ante la diversidad de las situaciones de partida de las distintas CCAA el impacto del rescate no será el mismo en todas; de hecho hay quien apunta que el adelanto electoral en Euskadi no es ajeno a esta situación asimétrica de las CCAA españolas. Sirva esta acotación para justificar que los valencianos arrastramos, añadidos a los problemas propios de españoles y europeos, los disparates cometidos en nuestra tierra durante los últimos años. Todo apunta que viviremos un final de 2012 especialmente duro. Ignorarlo es inconsciencia y no sirve de nada matar al mensajero. Cuando la quiebra de la GV ha dejado de ser una especulación y la posibilidad de la intervención es una evidencia, es desmoralizador que en Les Corts, apoyando al Consell, sigan estando un racimo de personas cuya credibilidad y autoridad moral está por los suelos €Blasco, Camps, Cavero, Costa, etc.€. Deberemos tomar decisiones colectivas muy difíciles, que sólo se podrán plantear cuando una serie de individuos dimitan de sus actuales responsabilidades. No pasemos por alto el hecho que la degeneración ha llegado hasta el punto que ni siquiera los responsables del partido de Fabra en el Estado quieran dialogar entre ellos. Obviamente, si el PP de la Comunidad Valenciana (CV) no reacciona, el sistema democrático está en peligro, algo que ni la GV, ni la oposición, ni la sociedad pueden ignorar durante muchos mas días. Mantener unos niveles de convivencia aceptables pasa por tener, tanto en la GV como en la oposición, unos responsables autonómicos con suficiente solvencia intelectual, información y sobre todo con autoridad moral para pedir sacrificios y solidaridades sin cuento. Aunque hasta ahora se ha supuesto que este tipo de análisis involucraban solamente a los titulares de la GV, la situación es de tal cariz que hay que dar como muy probable que Fabra no vaya a acabar su mandato y en consecuencia hay que preguntarse si la oposición está en condiciones de ofertar ideas alternativas, algo que se conjuga mal con el encefalograma plano del PSPV, con las patéticas autoinculpaciones de Esquerra Unida o el vestir camisetas más o menos impactantes por parte de Compromís sin ninguna fórmula para superar lo que nos aguarda en breve. Cabe esperar que Enric Morera entienda el riesgo de su afirmación de esta semana: «Nos va a tocar liderar el cambio, por ello vamos a crear una gran área económica de estudios y programas para aportar soluciones». La realidad es que uno ignora quién puede gestionar una CV en una España intervenida. No obstante, este desértico panorama no debe impedir plantearse todo que puede ocurrir en la CV dentro de pocas semanas. Aquí nadie parece plantearse lo que ocurrirá con aquellos elementos de nuestra vida cotidiana que ya van a ser carencias a las que no estamos acostumbrados. Este es su actual balance: a) En materia sanitaria. Ante la imposibilidad poder ni siquiera presentar un supuesto Plan de privatización de nuestro sistema sanitario, el Servicio Valenciano de Salud deberá plantearse como afrontar este final de año. Si quiere pagar las nóminas no va a tener suficientes dinero para afrontar el resto de capítulos que permiten cuidar de la salud. Ya se han tapiado hospitales pendientes de inaugurar, se han privatizado servicios hospitalarios no médicos, se ha puesto en marcha el copago farmacéutico, etc., pero las facturas se vuelven a almacenar en los cajones de la Conselleria. Para llegar a cerrar el ejercicio de este año se esperaba contar con el canon de los nuevos gestores hospitalarios y éste sabemos que no llegará. Ante ello la toma de medidas es inevitable.

b) En materia de educación. Es difícil que muchos interinos que sí trabajaron el año pasado vayan a tener un puesto en el curso que ahora se inicia. La enseñanza primaria y secundaria ha hecho su correspondiente cura de adelgazamiento €incrementar el número de alumnos por clase, cerrar algunas unidades, despedir formalmente a todos los profesores no funcionarios, etc.€ pero no parece existir dinero para más contrataciones. Lo único que se divisa es un trasvase de partidas, como la vivida este agosto, cambiando presupuestos de libros por maestros becarios que ayuden a dar inglés en educación infantil. c) En materia universitaria. La próxima semana Rectores y Gerentes puede que deban reconocer que se han fiado en demasía de las promesas de la GV. No parece que las restricciones impuestas desde Madrid hayan sido suficientes para mantener el mapa universitario previsto. Se ha pensado que ante la dificultad para fusionar universidades que no debieron desgajarse nunca y la alegría a la hora de ofrecer grados y masters en centros separados por distancias ridículas, todo debía dejarse para mejor ocasión. Por duro que sea decirlo, es un hecho que el funcionamiento de las universidades públicas valencianas es incompatible con una GV intervenida. A los que están analizando el rescate del Reino de España se les va a hacer muy difícil entender cómo vamos a poder defender el mapa de nuestras universidades públicas, así como el funcionamiento de los Institutos de I + D que tenemos. Quizás sea aconsejables una reestructuración hecha por nosotros mismos, que tener que sufrir la imposición de unos «hombres de negro» que procederán a cortar cuentas y a hacer desaparecer partidas. d) En materia de servicios sociales. Mantener sin presupuesto una red de residencias, centros especiales y toda la gama de instalaciones que responden a demandas de una sociedad como la nuestra, tiene algo de suicida y de autoengaño. Ha llegado el momento de redefinir las ayudas, y de decidir cautelosamente lo que es imprescindible en una sociedad empobrecida. No es una tarea fácil, pero la GV debe entrar en ello antes que las consecuencias de la intervención lo arrastren todo. El próximo lunes, el primero del mes de septiembre, habrá desaparecido la excusa del «veremos al volver de vacaciones» y empezaremos a vivir de forma mucho mas clara los desajustes en los servicios responsabilidad de la GV. Durante septiembre ocurrirán cosas que van a afectar al estado de bienestar de muchos valencianos y no es razonable que ello sea ignorado por nuestros representantes políticos, demasiado inmersos en una petición de reivindicaciones regionales y sin prioridades. En otras palabras, en estos momentos de crisis ¿qué sanidad, qué educación, qué universidad, qué apoyo a la dependencia habrá con el presupuesto disponible?. Hacer política es decidir y establecer prioridades a partir de lo que realmente se dispone. Desgraciadamente, es algo que no supieron hacer ni los gobiernos de Zaplana, Olivas y Camps y cuyas consecuencias ahora sufrimos en carne propia. Sin duda, estos políticos deben ser demandados. La sociedad valenciana pide responsabilidades, pero en paralelo debe prepararse para la realidad que nos aguarda. Sin capacidad para afrontar la situación y carentes de autoridad moral para mantener sus cargos democráticamente elegidos, el Consell no parece estar condiciones de gestionar las consecuencias del rescate. La pregunta es quién puede sustituirlo de forma democrática. La respuesta no es nada evidente, pero tanto desde la GV como desde la bancada de la oposición algo debe hacerse con urgencia, sin descartar incluso algo tan impopular como recurrir a los técnicos, siguiendo el modelo italiano. Hay que debatir de forma ordenada y esto en los regimenes democráticos se hace en los parlamentos. En el caso que nos ocupa Les Corts, donde ahora algunas caras chirrían demasiado.