Hace semanas que casi ningún medio de comunicación habla de la sequía. La actualidad, incluso en verano, lo arrasa todo y la sequía, que la pasada primavera era uno de los temas recurrentes, parece que ha dejado de preocupar si hemos de guiarnos por la presencia del fenómeno en los noticiarios. Sin embargo, la sequía no solo permanece donde estaba, sino que avanza y se agrava. En la Demarcación Hidrográfica del río Júcar, que comprende la Comunidad Valenciana y gran parte de las provincias de Teruel, Cuenca y Albacete, 10 de los 34 indicadores de sequía con los que los técnicos del ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente evalúan la gravedad de la situación, ya se encuentran en nivel rojo o de emergencia. Quizá el dato no diga mucho a quién no conozca en detalle como se configuran estos indicadores. O quizá sí. Lo cierto es que la situación se ha deteriorado en este caluroso verano que parece no tener fin.

En el año 2004 se vivió en España una situación similar a la actual que aceleró la elaboración de los Planes Especiales de Actuación en Situaciones de Alerta y Eventual Sequía (PES). El PES del Júcar se aprobaba en marzo de 2007 y poco después se aprobaban los del resto de cuencas hidrográficas del país. Cada uno de estos documentos incluye las medidas de control, evaluación de riesgos y diseño e implantación de medidas destinadas a mitigar los impactos ambientales, económicos y sociales de una sequía. Los PES no hacen desaparecer una sequía, pero son una guía detallada sobre cuándo se puede hablar objetivamente de sequía, de cuándo hay que empezar a preocuparse y de qué medidas cabe adoptar para evitar, en lo posible, sus terribles consecuencias, dando prioridad al suministro a la población. La sequía sigue sus ritmos, ajena a la norma, pero al menos ahora no pillará por sorpresa a nuestros gobernantes.