Escucho estos días, a raíz del paso de la tormenta tropical "Isaac" por las costas del Caribe y del sur de los Estados Unidos, la siguiente expresión en un medio televisivo: "la tormenta perfecta se acerca a las costas de Florida". Estamos hablando de un fenómeno atmosférico que no ha pasado de categoría de "tormenta tropical", que no ha alcanzado la de "huracán", al menos a su llegada al sur de la península de Florida. Y aunque efectivamente ha causado víctimas en diversas islas del Caribe y daños económicos -como suele ser habitual en este tipo de estructuras meteorológicas- no ha pasado de ser un esbozo de ciclón tropical. Pero estas denominaciones grandilocuentes, que generan inquietud y miedo, han calado en la transmisión de los fenómenos atmosféricos de rango extraordinario. Lo hemos vivido también en nuestro país: de las borrascas intensas hemos pasado a las "ciclogénesis explosivas" donde parece que todos vayamos a salir "volando"; de las olas de frío características del invierno a las oleadas siberianas causantes de congelaciones masivas; de las lluvias intensas otoñales a las "gotas frías" anunciadoras de destrucción y víctimas. La exageración tiene su efecto, pero está alejada de la realidad y es contraria a la razón científica. En el área del Atlántico Norte y del Caribe se forman al año entre veinte y treinta estructuras ciclónicas tropicales y sólo unas pocas llegan a alcanzar el rango de "huracán" y apenas una o dos la categoría de huracán potente. Este año, la temporada de huracanes transcurre, de momento, con cierta tranquilidad. Y, claro es, casi no hay noticias por esta cuestión. La primera estructura ciclónica tropical que ha resultado un poco más activa ya es la "tormenta perfecta". Entonces, futuros huracanes similares al "Mitch" o al "Katrina" ¿cómo tendremos que denominarlos?