De modo que uno de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 29 años no hace nada. «No hace nada», eso dice la encuesta, aunque no hacer nada es más difícil que hacer algo. Uno de cada cuatro son muchos. Se los imagina uno de brazos cruzados, en su casa, delante de la tele y se le ponen los pelos de punta.

„Haz algo „decían nuestras madres cuando nos veían mano sobre mano, durante las vacaciones escolares.

La quietud, a menos que vivas en un monasterio budista, provoca mucho nerviosismo en los espectadores. La quietud es subversiva, inquietante, desasosiega incluso cuando es el resultado de la paz interior. Los agentes secretos aprenden bricolaje al objeto de ocupar sus horas libres sin levantar sospechas en el vecindario. Cuando no espían, están arreglando una lavadora en el garaje o restaurando un mueble antiguo. Cuba es la patria del bricolaje porque tiene más espías que nadie por metro cuadrado.

Hace poco llegó a mi barrio un hombre de unos cuarenta años. Sabemos que llegó al barrio porque se sentó en un banco público de una calle de mucho tránsito donde pasa las horas en horario de oficina. No lee el periódico, no resuelve crucigramas, no se muerde las uñas€ El hombre llega puntual se sienta en el banco y las horas pasan por él con la suavidad con la que un pijama de seda se desliza por un cuerpo desnudo.

„Si al menos jugara a la petanca „dice el panadero.

„No tiene edad para eso „arguye su hija.

„Aunque no la tenga. Si jugara a la petanca, parecía más normal, no sé, más humano. Así es que parece de Marte.

Lo que decíamos de la quietud: que provoca mucha angustia en los que nos movemos. Las manifestaciones convocadas estos días son en cierto modo un alivio, incluso para el Gobierno. Alguien se mueve, aunque no sabemos si con un objetivo real o irreal. Ahora mismo tienen más éxito los objetivos irreales porque los reales no nos salen. Ni nos salen a nosotros ni le salen al ministro de Economía o al presidente del Gobierno. Nunca los objetivos reales parecieron más inalcanzables. Mover a uno de cada cuatro jóvenes debería ser fácil. Pero ahí están, quietos, en plan nini, como el nuevo vecino de mi barrio.