Una casa victoriana en la isla de Jersey. Una mansión en medio del limbo. Con el pretexto de la fotofobia de los niños, la casa siempre está en penumbra, cierran con llave las puertas que dejan atrás. Una atmósfera claustrofóbica, un lugar encantado con fantasmas. El filme de Amenábar «Los otros». En palabras de Antonio Sempere: «Una película sobre la angustia de saberse en trance de no se sabe qué, a no se sabe dónde». Una moderna Medea junto con sus hijos a los que dio muerte gritando por la casa: «¡La casa es nuestra!», cuando asumen su condición de espectros, de espíritus visibles sólo gracias a la médium. Unas sombras entre los vivos y los muertos y la dificultad de dilucidar la realidad de la ficción. En situaciones sin salida se agudiza la paranoia y corremos el riesgo de «Huis Clos» de Sartre: «El infierno son los otros».

Que el mal está en los otros nunca es un buen diagnóstico. Enclaustrados en tiempos de mudanza corremos el riesgo de que todo sea otra vuelta de tuerca, de borrar la memoria de paso, la memoria de la transición y defender que los franquistas fueron los demás, que otros son los responsables de la deuda, de las corruptelas y de la mala gestión. Si queremos encontrar entre todos la epifanía, habrá que recordar los pasos dados, los vínculos que unen a la Diada de 1977 con esta de 2012. Entonces sostuvieron todos que la voluntad de los ciudadanos no se expresaba en asambleas y manifestaciones, sino en las elecciones y en las consultas democráticas en las urnas. Se generalizaron las autonomías con la legitimidad de la Constitución del 78 y aquel pacto de hace 35 años es el que continúa disfrutando de legitimidad democrática. Es cierto que las sociedades han cambiado, que se han hecho más complejas pero en medio del delicado proceso de construcción de una mayor unidad europea es más necesario que nunca continuar con la generosidad de los pactos y acuerdos para afrontar los próximos cambios.

Esta situación exige claridad en las propuestas de los partidos democráticos. Poner fin a la desidia exige avanzar en la unidad europea como federación de Estados y también mejorar entre nosotros el sistema autonómico de financiación que desde la diversidad profundice en la solidaridad del proyecto común del Estado de las autonomías. Acabar con las fobias entre el norte y el sur de Europa es también el mismo proceso de no tolerar que las fobias entre nuestras nacionalidades y regiones se incrementen. Es tiempo de corregir sus desigualdades, de buscar mecanismos de financiación que puedan hacer viables la sanidad y la educación públicas en todas y cada una de las comunidades autónomas. Son parte del Estado y no se puede dar la impresión de que sólo están para administrar recortes. Dejar de hacernos daño a nosotros mismos es reforzar la solidaridad entre los Estados europeos y continuar avanzando en el ensamblaje del Estado de las autonomías. Saber valorar entre todos lo que tenemos, el esfuerzo que ha costado a muchas generaciones esta España democrática. Se trata de nuevo de esforzarse por llegar a acuerdos para la salida del laberinto entre PP, PSOE, PNV y CiU, partidos democráticos que siguen representando a la mayoría de los ciudadanos.

Hoy jueves, Rajoy recibe a Artur Mas en el Palacio de la Moncloa. El 2 de octubre en Madrid tendrá lugar una conferencia de presidentes autonómicos y el 21 de octubre se celebrarán las elecciones gallegas y vascas. De la reunión de hoy entre Rajoy y Mas esperamos que se reestablezca el diálogo y se abra la vía de los acuerdos, que cesen los predicadores de una y otra trinchera y que ciertas voces mediáticas de Madrid o de Barcelona no sean las únicas que se escuchen. De la conferencia de presidentes tendría que salir un pronunciamiento claro y contundente de que las autonomías y el Estado autonómico son las instituciones que articulan nuestro territorio, y la voluntad de mejorar el sistema de financiación con mayor equilibrio entre ingresos y gastos porque la solidaridad no es un carril de sentido único. De la misma forma que pedimos a la eurozona que mejore la estructura de la moneda única, tendríamos que ser capaces de encontrar un mecanismo de financiación estable que no sólo sirva para los buenos tiempos, sino también para aquellos en los que la caída de ingresos ponga en verdaderos apuros la prestación de servicios esenciales. Todo es resistir a la adversidad.

Pla y la melacolía. Seguimos leyendo a Josep Pla con melancolía: «A mi me encanta haber nacido en un pueblo que no ha producido ningún redentor, ni coleccionista de sensaciones raras ni ningún predicador estentóreo».