Parecía que comenzábamos el curso de la tartera, fruto de la ocurrencia de cobrar a las familias que envían al niño a comer en una esquina del comedor los alimentos que se llevan de casa. Esta iniciativa recuerda otros experimentos recaudatorios de algunos centros concertados que en su afán por pasar el cepillo estuvieron cobrando a los padres por «desgaste de patio», caray, como si los niños y sus zapatillas no se desgastaran. En ocasiones parece que todo vale cuando se trata de justificar lo injustificable. Pues bien, en eso llegó Wert y cambió el escenario: Ahora ya no hablamos de anécdotas de patio de colegio, ahora nos vamos a lo serio, acaba de presentar un borrador recogiendo sus intenciones para la educación del futuro. Hay que reconocer que es difícil pisar todos los charcos a la vez y meterse en los principales temas conflictivos que afectan a la comunidad educativa, pero por los datos que han trascendido, la iniciativa del ministro lo ha conseguido. Nada menos que propone impregnar los textos educativos con un baño de centralismo, imponiendo los contenidos desde Madrid y dejando escaso margen a las autonomías para situar el medio en el que vive el alumno.

Pero esa es solamente una cortina de humo de otros cambios más trascendentes: Pretende abrir la puerta a la sanción por traslado de los profesores, de manera que pueda tener más controlado un sector que se le está escapando de las manos. Ahí no acaba la cosa, los alumnos se verán obligados a decidir en una edad muy temprana sobre su futuro profesional, cuando todavía están coleccionando los cromos de la liga de fútbol, tendrán que elegir lo que quieren ser de mayores, bravo, y además: reválida, segregación€. y otras lindezas. No se puede ser más ambicioso a la hora de marcar ideológicamente una norma que va a dejar su huella en generaciones de estudiantes sometidos a unos cambios impuestos desde la mayoría absoluta y que van a chirriar enormemente con los planteamientos de numerosos padres y educadores, sobre todo porque la reforma no aborda ninguno de los problemas reales de un sistema que hasta ahora hacía aguas y con los cambios propuestos se puede hundir definitivamente. A modo de ejemplo, el último informe de la Comisión Europea sobre fracaso escolar que resulta demoledor, evidenciando la incapacidad del sistema educativo para retener a los alumnos al finalizar la educación obligatoria.