Mientras el Consell del señor Fabra recorre el camino de la desintegración de las políticas de inmigrantes y extranjeros, azuzando la xenofobia, los holandeses han derrotado al ultraxenófobo Partido de la Libertad. Efectivamente, mientras en las elecciones anticipadas holandesas el Partido de la Libertad ha perdido más de la mitad de sus votos, el Gobierno valenciano tras dos legislaturas de triunfos electorales sigue sin hacer frente a sus compromisos con inmigrantes y extranjeros desmontando su asistencia social y sanitaria, su acogida y acompañamiento, y su integración incumpliendo sus propias leyes. Pero eso sí, obedeciendo a pies juntillas lo que le ordenan desde La Moncloa cuando otras comunidades autónomas lo desoyen por xenófobo.

La derrota del Partido de la Libertad ha sembrado una esperanza para la supervivencia de la democracia social en la Unión Europea; un partido que llegó a convertirse en la llave para formar coalición con los liberal-conservadores y demócrata cristianos. Sin embargo, su desmedida radicalidad le ha pasado factura; solo recordar la dimisión del jefe de la oposición socialdemócrata, Job Cohen, tras oponerse al pacto de recortes entre el gobierno y la extrema derecha, sin olvidar los ocho años de desgaste personal de su líder Geert Wilders y sus más cuestionadas políticas desintegradoras al frente del Ministerio de Inmigración.

En su programa de 2012, como el resto de la familia ultra y populista del continente, ha abanderado el antieuropeísmo más agresivo incluyendo la salida de la propia Unión con el argumento de «estar integrada por países musulmanes». Como era de esperar, durante la campaña explotó sus propuestas más radicales, comunes a sus formaciones homólogas en el resto de Europa: la desintegración de los inmigrantes por su amenaza a la identidad holandesa, la prohibición del Corán, la deportación de islamistas „a pesar de ser nacionales holandeses„, la prohibición del uso hiyab y la clausura de escuelas islámicas. Toda una declaración de principios que ha exportado a la perfección Derecha Nacional en Madrid, Plataforma per Catalunya en Cataluña, España 2000 en Valencia, e incluso algunos consellers desintegradores del señor Fabra en la Comunitat Valenciana.

Parece que los ciudadanos holandeses le han visto las pezuñas a este monstruo del pasado que rebrotó en el norte de Europa tras ocultarse en las democracias asentadas y normalizar una ideología que atenta contra el propio sistema y la dignidad del ser humano. Precisamente, y ante esta ola xenófoba en parlamentos nacionales y su posible buen resultado en el europeo, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y el primer ministro italiano, Mario Monti „que ha visto cómo el fascismo rebrotaba en su país con Bossi y Berlusconi, recordando, inclusive, la prohibición del fascista brazo en alto„ han reclamado una cumbre extraordinaria para estudiar esta ola de xenofobia que anega la Unión constituyendo una amenaza que „según sus propias palabras„ «está intentando desintegrarla».

El líder ultra holandés, Wilders, consolaba a sus militantes tras conocer los resultados con un mensaje esperanzador „«la lucha continúa»„ dando oxígeno a esta toxina que enfrenta a los holandeses por una cuestión de identidad cultural y racial pero incapaz de ir más allá de sus propuestas xenófobas. Las urnas de los Países Bajos han sentenciado y casi la han enterrado. ¿Lo conseguiremos nosotros parando las políticas desintegradoras del Consell y sus acreedores de España 2000, titulares reconocidos de esas políticas?

Investigadora en Derechos Humanos e Inmigración. Universitat de València