Tal como suponía, la lectura de L´Odissea en la versión de Joan Francesc Mira ha resultado una experiencia muy provechosa y nada agotadora. Y sorprendente: he tropezado con un Ulises casi burgués, más preocupado de su peculio que de su honor familiar, un poco alejado de la moral heroica. Apenas terminada la gozosa tarea, la casualidad ha querido que reordenando los libros de casa apareciera mi primera Odisea (en castellano), íntegra pero novelada, menos antigua de lo que me imaginaba (es de 1975), una versión muy apropiada para introducirse en la materia, pero poco fiable para conocer la textura literaria de la obra.

Porque La Odisea es ritmo y memoria, oralidad y repetición, invocación y canto. Es ceremonia. Por eso Mira ha respetado los hexámetros del original (adaptados a nuestra lengua). Y por eso ha parido un libro, a mi juicio, mejor que la traducción de Carles Riba, gran poeta que, sin embargo, se dejó llevar por la tentación del embellecimiento, la sintaxis dislocada y gongorina y otras licencias que hacen el texto de muy difícil digestión. Nada menos que once de los veinticuatro cantos del poema están dedicados a planificar y ejecutar la venganza sobre los pretendientes dedicados a saquear la hacienda de Ulises. Puede parecer mucho gusto por la sangre, pero no tiene nada que ver con Desafío total. Entre los griegos, la ruptura del orden siempre atrae a Némesis, que restaura la voluntad de los dioses. Los griegos crearon la ciencia y el escepticismo, pero los que retrata Homero eran aún piadosos.

Junto al relato de prodigios y mutaciones, de seres monstruosos y de un imposible descenso a los infiernos, el poema se demora en detalles cotidianos, en el pan que distingue a los hombres de los cíclopes, en los muebles y las casas (si los promotores hubieran leído La Odisea, nos hubiéramos evitado la mitad de los atropellos), pero sobre todo refleja el gusto de encandilar a una audiencia, de contar y escuchar cuentos, pues hasta en la terrible guerra «és com els déus decidiren, i varen filar per als homes / la destrucció perquè en el futur se´n cantaren poemes».

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