El mes de noviembre es un mes que invita a la melancolía. Nunca sucumbiremos a la depresión€pero estamos muy hartos. En el comercio la situación es la siguiente. En mayo reclamábamos medidas que reactivasen la economía, y nos subieron el IVA y el IRPF, que gravan todavía más el consumo. En septiembre, la caída de las ventas ha marcado un récord. Se ha vendido un 12,4 % menos que en el mismo período del año anterior. También ha caído el empleo. Hemos aguantado todo lo que hemos podido, pero ya no se puede más. Además prolifera la venta ilegal, no se hacen los controles pertinentes y los expedientes quedan sin resolver año tras año, mientras que al resto del comercio nos inspeccionan y, en algunos casos, multan por cuestiones que, por lo incoherentes y desproporcionadas, no sabes si son realidad o ficción.

Hace unos días, la directora de la Agencia Tributaria anunciaba que se van a visitar comercios que tengan deudas fiscales para embargarles la caja del día. Ante tal noticia no pude evitar pensar que también hay algo de fraude a los valencianos y a la Hacienda valenciana por parte de aquellas empresas, entre ellas muchas de las grandes superficies, que hacen su negocio vendiendo en cualquier punto de la Comunitat Valencia pero no pagan sus impuestos aquí. El Gobierno marca como medidas para salir de la crisis la liberalización de horarios. No lo entiendo, en Madrid los horarios comerciales están liberalizados desde julio y los índices de septiembre muestran una caída de ventas incluso 1 punto superior a la nuestra.

En la situación actual nos deberían mimar más que nunca y es justo lo contrario. ¿Por qué no cuidan al pequeño comercio, al comercio urbano establecido de nuestras ciudades y pueblos si somos nosotros los que ingresamos en las arcas públicas y generamos empleo? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Dejar de pagar los impuestos? ¿Cómo repercutiría en la economía de la Comunitat Valenciana? ¿Podríamos seguir operando como lo hacen los comercios ilegales? ¿Tendríamos los mismos derechos que las grandes superficies, a pesar de que no pagan aquí sus impuestos?

Lo cierto es que hasta el momento estamos pasando este calvario solos. Cuando el comercio urbano salga de ésta con una sonrisa y el cuchillo en la boca, utilizando el mismo símil que el rey, ¿qué quedará de la capacidad del Gobierno para administrarnos? ¿Con qué autoridad podrá dirigir y controlar al comercio si en los momentos más complicados no ha estado a nuestro lado?