Opinión

Éxito en la calle

Nadie cerró en mi barrio, excepto un comercio que echa el cerrojo siempre que se convoque huelga general con muchos motivos. El dueño sabe que las pérdidas de un día de paro en el reino de España equivalen a tres días de paro forzoso por desempleo, por cierre de empresas que iban bien y exportaban, por el juego especulativo que se hace con una deuda financiera y por una obediencia ciega a la troika que exige austeridad. Se ha condenado a las clases medias y populares a un sacrificio que no camina en la dirección de conseguir un lugar en el cielo. Y en la tierra menos. Aún así, en mi barrio, mucha gente que está en el paro, entre ellas mujeres que han tenido que volver a ser amas de casa o a punto de cerrar el pequeño comercio que les daba de comer, temían ir a protestar a la manifestación. La mayoría de los que consulté argumentaban el ya consabido «no se consigue nada» , «los piquetes son el diablo», « ten mucho cuidado que están dando porrazos» o «hay que respetar el derecho a trabajar lo mismo que el de hacer huelga». No me puse a recitarles lo de «si estás en el paro, te deseo ánimo, pero iré a la huelga por ti», porque cuando se consiguen derechos y avances a fuerza de huelgas y protestas, se consiguen para todos y todas. Para los que sí van y para los que no. Los derechos no se conquistaron cantando Noche de ronda debajo de un balcón. Que se lo pregunten a los de la PAH, cuatro años asistiendo desahucios y parándolos, a pesar de que para ese decreto que ha elaborado el Gobierno (cual palomo, yo me lo guiso, yo me lo como) no les han incluido en las negociaciones.

Por primera vez en el siglo XXI se celebraba una movilización social simultánea en Portugal, Grecia, Malta, España e Italia, países donde los rescates financieros han hundido la economía. Y no fue un fracaso. No recuerdo tanta gente en Valencia manifestándose como contra la guerra de Irak y con todos los sindicatos de clase juntos. Bajo unos nubarrones que amenazaron lluvia pero que se contuvieron hasta bien entrada la madrugada, cuando leíamos perplejos las cifras que emitían los medios de comunicación cercanos al gobierno. Entre 30.000 y 35.000 personas calcularon en cada ciudad española. ¡Qué cosas! Cualquiera que estuvo protestando, codo a codo, sabe que fuimos más que nunca. Las fotos de Valencia, de Madrid, de Barcelona, de Vigo, de Sevilla o de Santander desmentían los encogidos números de personas sin miedo que salieron contra los recortes, esa reforma laboral que ya está en el Constitucional, unos presupuestos generales para 2013 que invitan a emigrar, contra la usura de los bancos, y sobre todo porque la gente va aprendiendo que existen alternativas a este atraco a la Europa del sur. La movilización social ha sido un éxito.

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