Opinión

Los suegros

Los suegros son una casta tan posesiva como los malos padres. A fin de cuentas, los suegros no dejan de ser una perversión de la paternidad. Por eso, desde su puesto de vigía no cesan de interferir en los actos de sus hijos, lo que suele ocasionar un gran desorden en la intimidad estricta de una pareja. A don Felipe le hicieron un chaletito cerca de La Zarzuela para tenerlo a buen recaudo, y listo ante cualquier eventualidad. Le gustó la elección, pero no sabemos lo que opinó su esposa, que vio cómo los suegros decidían sus asuntos matrimoniales.

Ahora sabemos que el propio rey de España impulsó a Urdangarin a poner en real sitio a la princesa que con él comparte vida. A Su Majestad le pareció un agravio que su hija viviera en un piso de trescientos metros cuadrados. Esas dimensiones no eran suficientes para que la infanta Cristina estuviera a la altura de los de su clase. «Mi hija siempre ha vivido en un palacio», dijo el rey. Y Urdangarin, que andaba corto de liquidez, se inventó el instituto Nóos para dar pases, aunque nada relacionados con los de balonmano.

La avaricia rompe el saco, y ahora el muchacho anda de tribunales, sin poder explicar bien las cuentas de sus pases, y con la boca sellada con el lacre y el cuño de Su Majestad, que lo alentó a convertirse en un verdadero aristócrata. El rey, como buen suegro, usa sus influencias, que son muchas, y ahora hemos sabido que algunos días antes de que los inspectores judiciales intervinieran el despacho de su yerno, en Zarzuela hubo una llamada telefónica que advertía de la catástrofe. Nos cuesta mucho pensar que, en ese lapso de tiempo, no se deshicieran pruebas y documentos que exoneraran al yerno ahora encausado.

Desde que Urdangarin y su princesa compraron el palacete de Pedralbes, están ya situados a la altura urbanística que les corresponde, aunque se desconoce si su índice de felicidad ha subido al mismo estrato. Desde casa de los suegros siguen llegando mensajes: ninguna declaración a los periodistas, pocas fotos a los niños, ropa discreta, y uso de utilitarios en lugar de deportivos. A la vista está que los suegros son un auténtico incordio, hacen de tu vida un lío, y además no dan consejos, sino órdenes inviolables. Para esto, es mejor apuntarse al ejército que tener al ejército metido todo el día el casa.

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