La decisión de Ford de cerrar la factoría de Genk (Bélgica) y trasladar la producción de algunos modelos a la de Almussafes nos produjo a todos una alegría moral y políticamente incorrecta: nuestra supuesta y sobrevenida riqueza se producía a costa del desempleo de 4.300 belgas. ¡Qué se jodan!, diría Andrea. Por lo visto, el internacionalismo del proletariado ya no existe (si es que alguna vez existió) y el despotismo económico globalizado localiza y deslocaliza al albur del simple beneficio, es decir, aumentar la producción en épocas de vacas gordas y reducir costes, recortar salarios, flexibilizar las relaciones laborales con una especie de pilates o taichi sobre los derechos, recibir, en fin, ayudas de los correspondientes gobiernos. Hoy nos enteramos, sin embargo, que el traslado de la producción a Almussafes no es una decisión tomada. Nuestro gozo en un pozo: parece que los belgas, en esta especie de subasta china a la baja a beneficio del postor/impostor, también saben subvencionar y flexibilizar al personal. En fin, que algunos lucen las medallas en el pecho sin haber hecho nada y cuando el tema está por decidir. Parece, pues, que, sea el que sea, tenemos futuro, ¡qué remedio!, pero que no está en nuestras manos y que la salida de esta estafa en la que vivimos no depende de nuestras decisiones, sino de que Ford cierre la factoría de Genk, de que Ikea se instale en Alfafar, de que el gobierno de Mariano no sé qué o de que Europa no sé cuantos... Tanta actividad e iniciativa propias resulta estresante. Llama la atención, además, que en este contexto de ineficacia y espera, como maridos en un parto, en este tiempo muerto en el partido que juegan otros y del que depende nuestra suerte, llama la atención, digo, que el presidente Fabra se descuelgue con afirmaciones que dichas ayer resultan ahora mismo patéticas. Así, un poquito antes de que la Ford nos metiera el miedo en el cuerpo por acción u omisión, el presidente les soltó a los socialistas en las Corts a cuenta de su apoyo a la huelga general: «¿Se creen que con ese derrotismo pobre que tienen la Ford habría venido a la Comunitat Valenciana?». No parece tampoco que, de venir, lo haga por su rico triunfalismo.

Además de la huelga general y de las masivas protestas; además de esa sobrevenida sensibilidad en los partidos políticos por el tema de los desahucios (frente a la permanente tenacidad de la Plataforma por los Afectados por las Hipotecas (PAH)), la gran noticia de la semana es que por fin Francisco Camps y Alberto Fabra han comido juntos. Todo el mundo se pregunta lo mismo: ¿quién pagó y con qué dinero?