Opinión

Sigan mandando

Hace unos años, un emprendedor comentaba en relación con su elección profesional que se había hecho empresario porque quería «mandar». No dí importancia a una expresión que interpreté relacionada con la dirección de proyectos.

Con el paso del tiempo, de la observación del funcionamiento de organizaciones privadas y públicas, he llegado a la conclusión de que ese querer mandar, ejercido desde planteamientos de que «uno pierde lo que los otros ganan», implica la toma de decisiones al servicio exclusivo de intereses económicos o personales de carácter inmediato .

Mandar así está en el calado de las empresas familiares que, confundiendo familia y negocio, dilapidan la cultura entusiasta y de compromiso del fundador para dar paso a subculturas que buscan espacio para mandar, pero sin la pasión, el esfuerzo y los resultados del inicio. Mandan así quienes encuentran en la práctica de las reorganizaciones traumáticas sin fin un ejercicio de poder, de salirse siempre con la suya, mientras permanecen ajenos a la realidad de que esos cambios no afectan significativamente a los comportamientos generales de sus empresas y no mejoran sus resultados.

Mandan así los que en vez de llevar a cabo proyectos bien estructurados de mejora de la gestión de las empresas en los entornos que conocen, deslumbrados por lo que otros hacen y sin evaluar las diferencias de empresas/sectores/circunstancias abordan deslocalizaciones exóticas que son incapaces de gestionar.

Mandaba así un presidente español, que desoyendo gritos y susurros de reprobación, llevó a nuestro país a un innecesario protagonismo en un conflicto desproporcionado y sangriento, del que ha quedado una vergonzosa foto en las Azores. También mandaba en sus cosas otro sonriente presidente, mientras permanecía inane ante la economía de un país cuesta abajo.

Mandaban así los ejecutivos de los dos partidos mayoritarios cuando, en legislaturas sucesivas y de un día para otro, pusieron en marcha importantes modificaciones en las condiciones de trabajo de los empleados públicos. Mandaba así el poder de la balanza ciega cuando consiguió que el recorte general de días moscosos aprobado por el Ejecutivo para la Administración, se suavizase en su aplicación para el colectivo del que mayoritariamente forman parte.

Mandan así los sindicatos de clase que, tras un largo período contemplativo, ponen en marcha sus aparatos reivindicativos anti-crisis, mientras aplican en sus organizaciones las medidas de extinción colectiva que combaten. Han mandado y mandan así los que habiendo creado y mantenido enormes aparatos públicos (como por ejemplo Canal Nou), ahora se sienten justificados para dejarlos caer bruscamente, abandonando a su suerte a centenares de personas, muchas de ellas empleados de base.

Bien... sigan mandando tal como puede que siga haciendo el emprendedor del inicio, pero no se engañen: utilizar el poder para satisfacer intereses inmediatos no confiere el carácter de líder tan necesario para gestionar organizaciones en permanente situación de cambio. Las organizaciones que sobreviven a los cambios disponen de líderes que incluso en los momentos difíciles no pierden la visión a largo plazo, que piensan en las personas, que obtienen resultados y que, sobre todo, son ejemplares y respetados. En cambio, a los que mandan al servicio de un interesado corto plazo, a los que sólo mangonean, sólo les siguen el fracaso y el desencanto.

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