Opinión

De 30 años a esta parte

R. Ventura-Melià

Han pasado, casi sin darme cuenta, treinta años desde que comencé a dar mi opinión, en columna o sección, en este periódico, que iniciaba entonces un cambio trascendental de la mano de Jesús Prado. Se han sucedido otros dos directores, quienes siempre me han alentado. Y al filo de lo que era un fin de ciclo, todavía Pedro Muelas me dijo que no dejara de publicar opinión. La sección en un tiempo, hasta hace cuatro años, se llamaba La mordida. Luego, desde hace tres, Juegos malabares.

La cosa no tiene mérito ahora, cuando uno entra en la jubilación, pero la tuvo entonces, montado en la ola de un cambio político y social. Y en un tiempo en que había poca opinión que no fuera de representantes de partidos, colectivos o instituciones. Cuando empecé me mentalicé para tocar lo que fuera más fuerte. Porque un director anterior, Josep Faulí, ya lo predijo: «Les fots pels descosits». También lo tenía cuando, editando en Cultura o Sociedad, tenía que sacarle tiempo al tiempo, y como Salvador Faus me acuciaba, hacer prácticamente un artículo de opinión al día, además. José Luis Manglano de Mas, que va por otros senderos, pero cordial conmigo, me decía «escribes más que el Tostado».

La opinión a veces es tan fungible como la noticia que la provoca, es una excrecencia, pasional „las más de las veces„ con carga ideológica, difícil de desactivar. Las ­reacciones, no podía ser menos, son diversas. Y muchas veces uno lamenta a posteriori haberlo dicho así, o asá, o no haber hablado sobre esto otro... Otra cosa es el estilo, si se tiene. Se puede tener y retener o perderlo, como la juventud o la belleza. Yo me había leído las columnas de Alfredo Sánchez y las de Ramón Barnils, y no sé si sacaba algo en claro, aunque las de Joan de Sagarra también me fascinaban, o las de Manuel Vázquez Montalbán. A Barnils le debo un gran favor judicial, pero me incliné más, primero, por el estilo trabajado de Francisco Umbral y luego por el depurado laconismo de Haro Teglen, sin que me quiera comparar ni de lejos. A casi todos les he tratado, más o menos, en lo personal y lo profesional.

Estamos donde estamos y somos lo que somos, con nuestra circunstancia cambiante. Así que todo cuanto habré dicho tenía y tiene un contexto, hay que hacer la debida operación de contextualizarlo. Los excesos son hijos de su tiempo. A pesar de ello, ni todo es retórica ni fue una pasión inútil.

Hay quien se sorprende de mi empeño y me prefiere como crítico literario, como entrevistador, como poeta, como narrador... o bien callado. Pero uno es versátil y quisiera ser un uomo renacimentale. Bueno en todo es imposible. Pero si he quedado con dignidad, no tan fácil, o he huido de la mediocridad huera, y hasta he podido mantener la independencia y la honestidad, ya me doy por satisfecho en esta sociedad de acólitos. Así que sigo a contrapelo, de treinta años a esta parte.

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