Opinión

Las finanzas en el panteón-museo

Jesús Civera

El panteón ilustre de las entidades financieras valencianas merecería una visita ceremoniosa. Barberá debería levantarlo junto al cementerio municipal, otorgándole una función museológica: del nacimiento a la muerte. En la sociedad del ocio, Bancaja, el Banco de Valencia, la CAM o Ruralcaja merecen un lugar de lujo en el camposanto financiero valenciano. Para honrar el círculo crematístico y sanear las arcas municipales, se podría cobrar entrada y explicar, mediante algún artilugio programado, las distintas etapas de la historia financiera valenciana, además de biografiar a sus célebres protagonistas. A un euro por visita, la cola está asegurada. Dado que nos hallamos en plenos funerales, el diseño del mausoleo debería encargarse sin más tardanza. ¿Qué tal a Calatrava? El arquitecto ejemplifica las constantes de la tierra: la madre Valencia se come a sus hijos más insignes. Descartemos el Olimpo habitual de la burguesía pintoresca: Sorolla, Iturbi, Benlliure, Serrano y así, los cuales, a su vez, acabaron hasta la coronilla de Valencia. Los demás han acabado en el patíbulo, ignorados o malditos. A Estellés han tenido que organizarle un homenaje los socialistas y los intelectuales vienen recibiendo escupitajos desde que Gil Albert se exiliara en México (y Max Aub, Renau, Gaya o los Gaos).

Habría que hacer especial mención, en el discurso museológico que ha de vestir el cenotafio, a la historia comparada, por si los cronistas que sentenciaron que Feijóo había salvado a las cajas gallegas continúan entonando la misma melodía pese a su colosal volatización. Hay cronistas que, con tal de arrearle al PP, prefieren ignorar los hechos. ¿Qué son los hechos sino el suelo seminal para construir una ilusión?

Abiertas las visitas al público en general, la primera familia en explorar el panteón de las entidades financieras valencianas habría de ser la socialista. Antes del responso, Alarte y sus «boys» aún acertaron a renegociar con el Banco de Valencia el ciclópeo préstamo que enclaustra al PSPV actual Hoy sería imposible. Hay que coger el AVE y viajar a Madrid para recibir el más absoluto desprecio: ya están aquí los de «provincias», escondamos los patos. La herencia económica del PSPV también parte de la burbuja inmobiliaria. Fabra no puede pagar la luz y Puig tampoco. Ambos son inocentes mientras no se demuestre lo contrario. Por si acaso, su virtual virginidad ha de constar, como un aviso destacado, en una pared del mausoleo, porque la muestra fúnebre, como es lógico, ha de contextualizar la época. La Bancaja de De Miguel y Olivas proporcionando oro a Terra Mítica en una sala, la Bancaja apolillada de Mas Millet entregándole telarañas polvorientas a Fabra en otra.

Como una legión de fantasmas salidos de las tumbas para reverenciar a sus ídolos caídos, el segundo grupo en examinar el interior del túmulo ha de formarlo el empresariado, el enérgico y el levadizo. Paguen el euro para recomponer las arcas de Barberá -ya que pocas cosas han pagado en la formación de Valencia- y admiren la grandeza y la miseria. Después, busquen consuelo: también las civilizaciones nacen, se desarrollan y mueren.

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