Opinión
Cosas de la edad
Isabel Vicente
Anda una amiga últimamente quejándose de las manías de su padre. El hombre, con casi 90 años, está por lo visto algo despistado, se pasa el día susurrando por la casa y se pone de los nervios si encuentra una arruga cuando va a ponerse una camisa pero al cabo de una hora no le importa ir hecho un acordeón. Es la edad, lo que tiene. Mira si no, personas que parecían más o menos normales y al cumplir años empiezan a decir tonterías. Leía esta semana unas declaraciones del actor Arturo Fernández sobre las manifestaciones del pasado día 14. Al actor le traía al pairo el contenido y los motivos de la protesta. «En mi vida he visto gente tan fea. A estos no los veo por la calle, deben de tenerlos en campos de concentración porque no lo puedo entender», se marcó el hombre preocupado porque, como vivimos del turismo, si enseñamos a tanta persona fea «aquí no viene ni el tato».
Yo, ¿qué quieren que les diga? Toda la vida con esa imagen de galán con su pañuelito al cuello y sus hechuras de señorito y ahora, con la edad, se le va al pobre la cabeza. Me recuerda a Gunilla Von Bismark, la reina de los saraos de Marbella que hace poco en una entrevista afirmaba que para salir de la crisis «los españoles tienen que gastar menos, no tantas fiestas y trabajar más». Y eso lo decía una mujer que en la vida le ha debido pegar un palo al agua y que acto seguido afirmaba que sólo había ido dos veces en su vida a comprar al súper y que había sido toda una experiencia. Vamos, la leche. Yo que soy bienpensante y de buen corazón, creo que nadie puede ser tan frívolo y superficial, por lo que, tanto los exabruptos de Arturo como los de Gunilla, los achaco a la edad.
Luego, sale el Papa contándonos que en el portal de Belén no había ni mula ni buey porque nada lo atestigua, pero mantiene, eso sí, que la Virgen María era virgen, algo evidentemente documentado. Como soy muy respetuosa, no me atrevo aquí a hablar de desvaríos pero, dada la edad de Benedicto XVI y después de oír al actor y a la bon vivant marbellí, no puedo menos que poner en cuarentena las afirmaciones del teólogo y seguir colocando los animalitos en el belén.
Nadie está libre de los estragos del paso del tiempo. Yo misma me descubrí el otro día cantando a toda leche el Gavilán o Paloma en la ducha lo que es ya para hacérselo ver, y mi madre, con 84, no consigue hacerse de ninguna forma con el manejo del móvil y cada día le gusta más contarnos cómo a los 22 años conoció a mi padre paseando calle arriba, calle abajo. Mi madre tiene las cositas de la edad, igual que el padre de mi amiga pero están totalmente lúcidos. No hay punto de comparación con otros.
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