Opinión

El futuro se decide en Cataluña

Xavier Ribera

Las elecciones que se celebran hoy en Cataluña marcan un antes y un ahora en la política española. Es indudable que el resultado de la consulta electoral tendrá unas consecuencias para la Comunitat Valenciana, como territorio y para sus ciudadanos.

Es muy probable, y ya ha habido signos elocuentes, que Mariano Rajoy se haya arrepentido de su falta de inteligencia y flexibilidad en la última entrevista que mantuvo con el president de la Generalitat de Catalunya en La Moncloa. Está claro que el largo recorrido de la transición democrática, iniciado en 1975, no ha resuelto el debate territorial en España y en concreto sus dos puntos candentes, que son las cuestiones vasca y catalana.

Las elecciones en el País Vasco han dado una mayoría soberanista, liderada por el PNV. Es un territorio donde, hace muy poco tiempo, la violencia marcaba el día a día. En estos tiempos de dificultades económicas para todos, son los vascos y navarros quienes han conseguido un mayor techo autonómico en competencias y autofinanciación. Por esta razón o por otra, son los que presentan las mejores cifras de paro, crecimiento o inversión en innovación.

El problema de fondo es que los sucesivos gobiernos, de izquierda a derecha, han querido ignorar que existe un agravio comparativo en el hecho de que los conciertos económicos vasco y navarro están vigentes, mientras se niega un trato similar a Cataluña a la Comunitat Valenciana o a Balears, que entre todas suman un 33 % del PIB total y un 40 % de las exportaciones.

La radicalización de las reivindicaciones catalanas se veía venir y se ha disparado a partir de la mayoría absoluta que alcanzó el PP en 2011. En gobiernos anteriores, el PSOE de Rodríguez Zapatero cometió dos graves equivocaciones frente a Cataluña. Primero sustituyó a Pasqual Maragall por un político sin carisma ni prestancia, José Montilla, y después se llevaron a cabo todo tipo de marrullerías en la aprobación de la reforma del Estatut.

La campaña de boicot a los productos catalanes y los despropósitos del ministro José Ignacio Wert y de Esperanza Aguirre, denostando desde la tribuna del Parlamento madrileño han ido avivando la reacción independentista catalana, propulsada en la recta final de la campaña electoral con el descubrimiento de unas supuestas cuentas personales de Mas y Pujol en paraísos fiscales. No se puede hacer peor para enardecer los ánimos de la opinión pública catalana, cuando además la estrategia del rumor coincide con la que se activó en denuncia a Jordi Pujol en el caso Banca Catalana en 1984. Como dicen los italianos, «manca finezza» y hasta inteligencia. Ya se dilucidará la consistencia de la denuncia y cuáles son sus consecuencias, pero el mal ya está hecho. Calumnia que algo queda y la marca España por los suelos.

A los valencianos nos afectan particularmente los resultados de estas elecciones y sus derivaciones. En primer lugar, los catalanes son nuestros vecinos, y además principales clientes y proveedores. Si llegaran a independizarse se vería afectada nuestra economía productiva, las múltiples relaciones comerciales y la conexión con el resto de Europa.

El hecho de que haya sonado la terrible consigna de «nosaltres sols» en Cataluña nos afecta más que a nadie a los valencianos. Serán nuestros políticos, que hacen gala de una escasa habilidad negociadora, los que tendrán que remediar este nuevo percance para la maltrecha economía autóctona.

Los catalanes lo están pasando mal y a los valencianos nos puede costar caro. De hecho, ya hay unas cuentas de déficit histórico de los recursos que salen de la Comunitat Valenciana y los fondos que nos llegan para inversiones en infraestructuras. Quienes no quisieron ver el tema ya se preguntan para qué nos ha servido tanta docilidad y resignación hacia unos poderes que nos discriminan y que no han tenido ningún miramiento a la hora de desmantelar los resortes financieros valencianos situados en Bancaixa, CAM y el Banco de Valencia. Todos intervenidos y rescatados por el Estado, la segunda adjudicada al Banco Sabadell en unas magníficas condiciones y el tercero, en otro tiempo la perla de nuestro sistema financiero, pretendido ahora por Caixabank. ¿Para qué nos ha servido ser tan pusilánimes y sumisos?

Tenemos la certeza de que el estado actual de los flujos económicos entre territorios en el marco español nos ha ido mal. La interacción territorial entre los polos de concentración de la actividad empresarial en la Comunitat Valenciana tampoco se ha resuelto satisfactoriamente y nuestra penetración en los mercados internacionales ha retrocedido en las últimas décadas. Falta saber cómo nos puede ir mejor de ahora en adelante. Un reto en el que no nos podemos equivocar.

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