Opinión
El plebiscito de Mas
Está visto que Artur Mas quiere pasar a la Historia. No debe de importarle mucho en calidad de qué, siempre y cuando pueda garantizar a los catalanes ese derecho a decidir que la mitad de ellos, como poco, no desea ejercer, pero por el que él está dispuesto a ir a la cárcel. Lo importante es el precio (real) que habrá que pagar. La población lo hará más adelante, cuando se sepa si hay o no consulta, o si la decisión de consultar hace trizas la relación con el resto del Estado. Pero él, Mas, puede empezar a pagar hoy mismo.
Hay que reconocer que el candidato de CiU tiene arrestos. Los tiene, pero es un mal tahúr que se lo ha jugado todo a una carta. Porque las de hoy en Cataluña no son unas simples elecciones, sino un plebiscito al que se llega después de la llamativa conversión de Mas al soberanismo y el populismo más irresponsable. Un viraje que ha sido necesario dar para que los catalanes se olvidaran de la crisis y él pudiera esconder bajo la bandera sus pecadillos; por ejemplo, todos los recortes que sacó adelante en el Parlament gracias al odiado PP, que luego no quiso (pudo) darle el pacto fiscal.
Mas ha elegido ser el paladín de una causa que nunca ha sido la de su partido, sino la de ERC, y hoy corre el riesgo de dejar a CiU como está y relanzar a los de Oriol Junqueras, que tienen más razones que él para subirse a lomos de la marea independentista y sacarle provecho.
Por cierto, una marea, ejemplificada en la multitudinaria manifestación de la Diada, de la que Mas, en principio, recelaba. Entonces, se ve, aún no había perdido del todo la esperanza de obtener de Rajoy el pacto fiscal. Luego, visto que en Madrid no hay un duro -como en Barcelona-, cogió por una esquina la alfombra mágica del Estado propio y compensó sus carencias como tahúr adquiriendo habilidades de faquir.
Del cesto de la serpiente sacó que Cataluña podría seguir en la UE si se independizara de España, e incluso que la consulta podría ser avalada por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Aunque no dijo cómo. ¿Quizá saltándose el fallo del Constitucional sobre la que intentó promover su predecesor Ibarretxe?
Al final, del cesto terminó saliendo, no la serpiente, sino su huevo, la corrupción, y Mas, en vez de hacer oídos sordos, entró al trapo. ¿Por qué? ¿Por nervios? El plebiscito de hoy también nos dirá eso.
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