Pese al rugido de la implacable trituradora humana en que se ha convertido esta crisis, consuela escuchar la voz de un dirigente político que salga a defender la inversión en las personas como salida del pozo en el que agonizamos con una tijera clavada en el pecho. Johannes Hahn, comisario europeo de Política Regional, acaba de destacar el motivo por el que Irlanda parece estar recuperándose mejor que cualquier otro país europeo atacado por la Gran Recesión: utilizaron los fondos europeos para formar mejor a los suyos. Es la cualificación de los trabajadores irlandeses lo que les permite levantarse antes.

Hace décadas Bruselas abrió la manguera de los millones, y los pobres de Europa, entre los que estábamos los españoles, utilizamos aquel chorro como Dios nos dio a entender. Lo nuestro ha sido siempre el burro grande, ande o no ande, así que nos pusimos literalmente manos a la obra y nuestra materia gris no fue la de nuestro cerebro. Era esa materia gris que acaba fraguando, el puro hormigón. Caminos, canales y puertos. En eso se fue el dinero de la UE. En realidad, en ese picor del construir se fue casi todo el dinero. Y ahora que la manguera europea pierde fuerza, dice Hahn que nuestro error estuvo invertir poco en las personas y en las pymes. Pero que aún estamos a tiempo.

Se negocia un nuevo presupuesto europeo para el período 2014-2020. En la reciente y fallida cumbre de Bruselas el tijeretazo quedó en veremos, para la segunda ronda negociadora. No obstante, ya nadie duda de que habrá recorte. Tampoco nadie duda de que, pese a todo, los españoles seguiremos disponiendo de fondos de la UE. Es importante defender el presupuesto europeo, porque ahí tenemos la oportunidad de redimirnos y embridar al constructor/inaugurador que llevamos dentro. Pero ya no bastará con poner la mano pedigüeña y que te caiga un fajo de billetes para plantar pilares o diques. Ahora habrá que ir con propuestas innovadoras y sólo se gratificará a los emprendedores que aspiren a llegar más lejos con sus ideas. Además, tendrán que ir, de la mano, administraciones públicas y empresas privadas. Y que colaboren no sólo entre ellas, sino también con instituciones y compañías de otros países de la Unión. Como dice Hahn, las nuevas ayudas no deberán entenderse como solidaridad, sino como una inversión. ¿Invertir en qué? En personas. No en cosas, como hasta ahora.