Concurso de empanadas

Mucho antes de que Artur Mas se pusiera flamenco „de Flandes, naturalmente„ un conocido en la órbita del pepé venía diciendo a cuento del posible referéndum catalán por la independencia que «ahí existe un problema y, hasta que no se afronte, seguirá existiendo». Una reciente encuesta determinaba que en torno a un treinta por ciento de los votantes catalanes del pepé está por esa consulta. Supongo que es creíble aunque ayer, a la vista del columpiazo que se han vuelto a meter los medidores de opinión pública en la última cita, había gente que llamaba a la radio para preguntar por qué se mantienen. La respuesta, dado el marianismo que nos invade, no puede venir más que de la mano de una pregunta: ¿es que acaso queremos más desempleo? En la aplicación de este tipo de reformas laborales, de recortes y de peajes en los servicios públicos esenciales es en donde sí que ha sido pionero el president de la Generalitat, más en funciones que nunca. En veleidades soberanistas, ni por asomo. Y la gente parece que no, pero se huele cuando alguien quiere aprovecharse de matute del hartazgo que se plasma en la calle y más cuando es en todas las direcciones. Se lo huele aunque, en ciertos casos, tampoco es que sea preciso tener un olfato especial. De hecho, mientras Mas sacaba a luz unos deseos de lo más recónditos, Duran i Lleida se santiguaba en el banco de su parroquia. Una cosa es ser asimétricos y, otra, escalenos que, comparado con los socialistas de aquellos lares, resulta una bendición. Lo que darían éstos por saber lo que son. Claro que se trata de ser respetuosos con las múltiples opciones pero es que los concursos de empanadas proliferan cada día más. Si ir más lejos, Xavier Trias, alcalde de Barcelona, tras haberse creído las bienaventuranzas de las encuestas el pobre, aprovechó el día de reflexión para plantear ya que, con el nuevo proceso a la vista, el Barça podría adherirse a la Liga francesa. Mejor a la suiza, tonto.