Opinión

Estados Unidos... de España

Ahora, que está a flor de piel, viene como anillo al dedo, desentrañar viejas ideas sobre la cuestión de España. En 1921, Ortega y Gasset publicaba un lúcido ensayo acerca de la España invertebrada. El final del siglo XIX estaba reciente. España, la gran potencia durante tres siglos, agonizaba con la pérdida de una parte muy querida: las islas Filipinas y Cuba. En este estado de depresión colectiva, de lo que fue y no volverá a ser, la generación del 98 se replegó sobre la España dolorida y atrasada. «¡Me duele España!» era un agudo grito unamuniano.

Pasaron los años, la España de nuestros bisabuelos y abuelos fue cambiando, a veces, a ritmo acelerado, hacia una sociedad avanzada, pluralista, abierta. Con esfuerzo y sacrificio.

Hoy, más de 90 años después de ese ensayo orteguiano, se suscita la cuestión de España, con el separatismo y los localismos que todos conocemos. Y sin embargo, aletea, al mismo tiempo, el deseo de unión, de solidaridad. No estuvo mal que una periodista extranjera le hiciera ver, al presidente de la Generalitat catalana, la incoherencia de la separación de España „porque Cataluña tiene un déficit fiscal con el resto de España„ y su integración en la Unión Europea como contribuyente neto. La réplica de la periodista hizo fortuna: pues sea usted solidario con la Unión siéndolo con España. Y añado yo que, para ese viaje, no se necesitan alforjas.

Ahora que vamos a la armonización bancaria y fiscal de la Unión Económica Europea, carece de sentido tomar una dirección contraria a los tiempos. El esfuerzo de cambiarlo todo para que todo siga igual resulta baldío y, en lugar de concentrar energías en unos tiempos de crisis descomunal, podemos, en el mejor de los casos, estar perdiendo un tiempo precioso.

Es verdad que una nación no se hace por la mucha historia que haya detrás (en nuestro caso, la de ser la primera nación del mundo en sentido moderno): corresponde mirar juntos hacia un futuro. Ortega hablaba de la nación como un «proyecto sugestivo de vida en común», «como partes de un todo; y no como todos aparte». Y, claro, si no hay «sugestión», no hay proyecto.

Tengo sobrinos en Cataluña, muy catalanes; y me apenaría mucho que algún día vinieran a visitarme con el pasaporte en la mano; y sentir que lo que es mío ha sido enajenado. Las fronteras sencillamente hay que abolirlas. Son artificios para separar. La dirección de la historia va hacia una mayor integración, respondiendo a la globalidad y a las relaciones más intrincadas y sistémicas: todo es de todos y nos afecta a todos.

Hoy ya se habla de que, en un futuro más bien próximo, asistiremos a los Estados Unidos de Europa. Si no lo consiguiéramos, sería un estrepitoso truncamiento de funestas consecuencias. Hoy nos toca refundar España uniendo más a Europa. Hacer los Estados Unidos€ de España y de Europa.

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