Opinión
El empuje de la vida
Una campaña del IVI en los paneles de publicidad urbana pregunta a las familias si quieren tener hijos. Es una buena noticia en medio de la crisis que nos asola. La excusa de la sexualidad es la propia vida. La naturaleza ha creado un mecanismo gratificante para promover la reproducción y asegurar la continuidad de la especie. Cuando estas tramas fallan el cerebro humano ha investigado las maneras de reparar los fallos corporales a través de la medicina reproductiva. Hasta el año 2008 no fue reconocida la esterilidad como una enfermedad humana, sino que estuvo limitada al concepto de «carencia».
En Valencia hubo un médico profético, el doctor Antonio Pellicer, que se adelantó veinte años a estas conclusiones y ya en 1988, cuando regresó de Estados Unidos después de especializarse durante dos años en medicina reproductiva en la Universidad de Yale se internó en este campo con decisión. Trabajando en el Hospital Clínico comprobó como los presupuestos sanitarios del Estado otorgaban cantidades exiguas a esta rama, y que era necesario un impulso privado para desarrollarla merecidamente. Había nacido el Instituto Valenciano de Infertilidad.
Ya comentamos lo impresionante que resulta su edificio en la zona de Nou Campanar. Ahora hemos tenido oportunidad de charlar un rato con el padre de la idea, el propio doctor Pellicer, a su regreso de una estancia en América. Aquella empresa que nació modesta y local se ha convertido en un coloso con delegaciones en los cinco continentes.
La idea principal fue la inversión en investigación y desarrollo. Esto atrajo pacientes de toda España y, en aquella primera fase, se empezaron a abrir oficinas en otras ciudades españolas.
Después, a raíz de los cursos de especialización que se impartieron, a los que acudieron profesionales médicos especialmente de América del Sur, fueron configurándose los espacios de aquel continente. Era una manera de que los formados por la institución siguieran en contacto con la misma.
Como tercera fase ha llegado el agente local que ha venido a buscar al Instituto a Valencia para recabar apoyos. En la India, donde los hijos en el matrimonio son una cuestión tan importante, se está gestando esta tercera expansión. Paradójicamente donde existen tasas tan altas de natalidad se está buscando precisamente el respaldo científico valenciano.
Pellicer estuvo unos diez años concentrado en su proyecto. Después surgió la posibilidad de ser catedrático de Universidad, plaza que conllevaba una Jefatura de Servicio en el Hospital Peset Aleixandre, desde la cual pasó a la Fe. En el sector público son largas las listas de espera de medicina reproductiva, a pesar de que este hospital tiene una capacidad de trabajo muy alta. Poco a poco se va consiguiendo el objetivo de que las parejas tengan sus propios hijos.
El secreto fue desde sus inicios la combinación de un trato personalizado con la máxima inversión en investigación y desarrollo. Al crearse en 1994 su propia fundación, con proyección en la investigación, la docencia y la responsabilidad social corporativa, se ha afianzado un proyecto que lleva el nombre de Valencia por el mundo.
Pero por encima del aval de la casa, está el prestigio del médico que la concibió. El doctor Pellicer muestra la paciencia del viejo filósofo griego al repetir la historia tantas veces contada, la epopeya de un proyecto en aras de la Vida que, desde la perspectiva de su trayectoria, se muestra como un verdadero milagro. Lo Valenciano tiene un lugar en el mundo gracias a este embajador de la Vida y de la Felicidad para muchos hombres y mujeres del planeta.
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