Opinión

El festival de Benidorm

Me dio rabia que Agustín Almodóbar renunciara a la pelea por presidir el pepé de Benidorm. Aquí ya estamos más habituados pero, vistas desde fuera, las películas que vienen montándose en la capital turística superan en espectacularidad a las que se hacen en el propio jolivú. No quiero imaginar, por tanto, cómo hubiera sido recibido el que Almodóbar intentara hacerse con las riendas del pepé. Primero nadie hubiese caído en que si es con v o con b y, aunque en principio rechinara ese afán del cineasta en pro de una organización que no es de su cuerda, tratándose de Benidorm la cosa varía. Y tanto. Dentro de una semana, sin ir más lejos, recibirán la medalla como ciudadanos ilustres de la villa Zaplana y Leire, amigos y residentes por esos mundos de Dios. A tenor de la resolución hecha pública en su momento, les ha sido concedida por «haber destacado en sus responsabilidades en el Gobierno de España», que es una manera fina de decirlo. Pero ya digo que, en producción de series, no tiene nada que envidiar a la hachebeó. Agustín, nieto de Miguel Barceló, quien a su vez es suegro como saben del próximo medallista y conocedor de la ristra de capítulos que lleva este Falcon Crest, ha esgrimido que se retira de la carrera para evitar «circos, carnaza, contubernios, negocios y bailes de salón, ya que no es el momento de enfrentamientos ni de compra de voluntades a golpe de transferencias». ¿A qué estará refiriéndose? Y el abuelo ha aprovechado la circunstancia para arrear estopa al aspirante incontrolado, David Devesa, de los Devesa de toda la vida, con idea de mantener el fuego. Gerardo Camps, por su parte, que estaba interesado en hacerse con la plaza, ha debido

de­sistir y ha hecho mutis por el foro, en lo que sí es un verdadero especialista. En fin, en siete días, Agustín Navarro, continuador de la estirpe y de las tradiciones más arraigadas, hará entrega de las distinciones y compondrá otra imagen para la historia con ese podio. Sí, por favor. Que no decaiga.

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