Opinión
Banca y espíritu de la Corona de Aragón
Hace pocos días, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón impartía la Lliçó Magistral Ernest Lluch en la Facultat d´Economia de la Universitat de València. De manera exquisita, explicó que, desde Felipe II (acrecentado por la victoria borbónica en 1707) y, particularmente, desde las Cortes de Cádiz „que abrieron en 1812 la construcción del estado-nación español„ se enfrentaron dos visiones de la gobernanza: la de la Corona de Castilla, basada en el uniformismo y el centralismo, y la de la Corona de Aragón, basada en el policentrismo territorial, de acuerdo con sus respectivas tradiciones históricas. En la España contemporánea ganó por goleada la visión castellana.
Centralismo frente a policentrismo, he aquí dos tradiciones de gobernanza que continúan vigentes en muchos ámbitos no solamente de la vida política, sino también de la social y de la económica. Vale la pena recordarlo, aquí y ahora, en un contexto tan atroz como el que acontece en el mundo financiero valenciano. Veamos por qué.
Tras la increíble desaparición de los intermediarios financieros valencianos, de la que hemos de pedir responsables, tenemos un escenario inédito. Un escenario en el que los antiguos centros de decisión financieros valencianos han pasado a Andalucía (Ruralcaja a Cajamar) pero, sobre todo, a Madrid (Bancaja a Bankia) y a Cataluña (CAM a Banco Sabadell y Banco de Valencia a CaixaBank).
No hace mucho, Arturo Torró, alcalde de Gandia, se quejaba amargamente en estas páginas, como empresario, del maltrato que recibía cuando tenía que desplazarse a Madrid a negociar con los gestores de Bankia. Se quejaba de la lejanía geográfica, pero sobre todo de la lejanía mental que esos gestores imprimían en sus contactos con los valencianos. Es decir, se quejaba de la impronta castellana de la gobernanza de la entidad. El señor Torró pertenece al partido político que apadrinó la operación Bankia sobre la lógica del Eje de la Prosperidad entre Valencia y Madrid. Por lo tanto, sus palabras alcanzan un nivel de patetismo inusitado. ¿Pasará lo mismo con Cajamar? Por de pronto, los directivos de Ruralcaja han abandonado el barco antes de salir de puerto.
Con las entidades catalanas, las cosas van de otra manera. Es el caso del Banco Sabadell-CAM que, además de conservar las siglas de la entidad valenciana (CAM), mantiene una fuerte gestión territorializada desde Alicante. En el de la reciente compra del Banco de Valencia por CaixaBank, todo hace presumir lo mismo: mantenimiento de la marca y de una cierta autonomía de gestión. Quizá, como diría Miguel Herrero, se comportan con una visión diferente, con la que emana del «espíritu de la Corona de Aragón», el del policentrismo. Lo cual supondría, además, un gran beneficio para las entidades compradoras al poder obtener las economías de cercanía de gestión y de mejor conocimiento de las personas y de las empresas.
No sabemos cómo acabarán estos asuntos, pero de lo que sí que estamos seguros es que este espíritu es el que gusta a los valencianos. Y el que podría acabar de una vez por todas con los fantasmas anticatalanistas creados artificialmente por estos pagos y que tanto daño han hecho social, política y económicamente.
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