Opinión

Pobres y ricos

Los recientes descalabros electorales del PSOE no parecen impulsar a su dirección y a sus militantes a pensar de forma autocrítica. Posiblemente, no tienen en cuenta lo que está pasando a su alrededor y siguen encasillados en la vieja distinción entre izquierda y derecha cuando ésta ha sido superada por el triunfo económico del ultraliberalismo y la complicidad de los organismos internacionales que, apostando por el incremento desmedido de los beneficios, ha llevado al mundo en general, y a los países europeos en particular, a una destrucción paulatina de las clases medias, creando una brecha dramática entre una minoría de especuladores enriquecidos y una gran mayoría de gentes empobrecidas.

Así las cosas, no solo se trata de buscar nuevas caras, que también sería conveniente. Lo importante es que ciudadanos y partidos políticos aceptemos que las viejas recetas ya no valen y que ha llegado el momento de refundar las organizaciones progresistas y reformular los programas; decidiendo de una vez si se quiere proteger los privilegios de la nueva plutocracia o dar respuesta a la legión de desempleados y desahuciados que el sistema ha centrifugado.

Hasta aquí resultaba evidente que en las democracias avanzadas el margen de maniobra de la derecha y la izquierda tradicionales limitaba con el mantenimiento del Estado del Bienestar y la movilización de los trabajadores y con las garantías de la propiedad privada y las rentas del capital así como la fuerza e influencia de las asociaciones patronales. Ahora bien, el espejismo de una economía sin límites y la burbuja inmobiliaria ha creado una nueva situación en la que, con la coartada de la crisis se está desmantelando el Estado del Bienestar y peligran el sistema educativo, la sanidad y hasta los más elementales derechos democráticos.

Si las gentes de buen corazón y los partidos y sindicatos no escuchan el sufrimiento de los desheredados y siguen empecinados en poner a salvo sus privilegios, no solo se hundirá electoralmente el PSOE, sino que pondremos en peligro el futuro de todos. Es hora de tomar decisiones serias y no de paños tibios, de propuestas de justicia distributiva y de firmeza frente a quienes tratan de salvar sus propios negocios nacionalizando las pérdidas y blindando los beneficios. Sería lastimoso que los electores fuéramos incapaces de transmitir este sentimiento a representantes y candidatos. La situación en Cataluña debería ser el punto de arranque para el alineamiento de los socialistas con las fuerzas de progreso, tanto en la oposición como en los escasos gobiernos que quedan en sus manos, para hacer realidad lo que la gente exige en la calle: Otra forma de hacer las cosas es posible y no basta con tímidas reformas en el tema de las hipotecas y desahucios.

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