El buey y el asno no sólo estaban en el pesebre de Belén, sino que reconocieron al recién nacido como el Señor, el Hijo de Dios, se arrodillaron ante él adorándole y le calentaron con su aliento para «estalviarli el fret», según narraba ya en el siglo XV nuestra clásica de la Literatura Valenciana sor Isabel de Villena en su candorosa «Vita Christi», la cual escribió siendo abadesa del Monasterio de la Trinidad de Valencia. Es más, Isabel de Villena en su texto ya avisaba de que lo del buey y la mula, hoy polémico y en entredicho ya lo profetizó Isaías, en el versículo 3 del primer capítulo de su libro, con estas palabras: «€fon verificada la prophecia de Isayes, qui diu: Cognovit bos possessorem suum et asinus presepe domini sui, Israel autem me non cognovit».

El nacimiento del Niño de Dios lo encontramos en los capítulos 64 al 66 de la edición facsímil que hizo el Ayuntamiento de Valencia en 1992, cuidada con la transcripción y estudio de mossén Josep Alminyana Vallés. De ella extractamos algunas frases que relatan cómo interpetaba la ilustre escritora lo acontecido en Belén. «E Joseph, pensada la sua molta pobrea e que en loch impensat e fora sa casa havia portar la senyora a parir, fon la anima sua travessada de molta compasio». En «Bethleem» anduvieron de casa en casa pidiendo albergue sin conseguirlo y al final «pervengue a una coveta cavada en la roca, en la qual havia un pesebre hon la pobra gent posaven les sues besties, e trovaren aquí ligats un bou e un ase». La Virgen al ver la cueva tan pequeña y estrecha se puso a llorar y dijo «O eternal Deu e Senyor, vos, qui lo mon haveu creat tan gran e tant spayos, ¿tan estreta posada e tan pobra haveu elegida per al vostre unigenit fill?». San José lloraba al tiempo que «prengue un ramaç que trobà aquí e començà apartar lo fem e agranar un troç de terra hon la senyora sigués»€«E reposada la senyora en aquell pobrissim loch, Joseph ana per aygua a una Font e ab unes poques panses e pa soparen los dos». «Venint la nit del diumenge en lo qual lo Fill de Deu se havia a presentar», describe Isabel de Villena, la Virgen se arrodilló y oró, momento en que apareció «lo gran princep sanct Miquel ab tota la cort del cel», que la rodearon con instrumentos musicales y cantos.

En medio de estas melodías «ixque lo Senyor del ventre virginal de la mare sua sens dar-li nenguna dolor, leixantla verge pura segons David havia prophetat»€ «sanct Miquel e los altres Princeps (Rafael y Gabriel) prengueren lo Senyor prestament per a que no cagues en terra, e adoraren sa magestat ab profunda reverencia e presentaren-lo a la senyora mare sua, qui ab goig infinit lo mirava». María «ab sobirana prudencia prudencia e reverencia posà l en la sua falda, e abraça`l e lo Senyor fermà los seus amables ulls en la faç de la sua sanctissima mare, mostrant adelitar-se en aquella». La criatura lloraba y «tenint-lo la Senyora axi bolcadet, lo Senyor leixà lo plorar, mostrant que havia pres plaer ab aquella robeta que´l estalviava del fret».

Por cuna la Virgen utilizó el pesebre de los animales, «e lo bou e lo ase, segons sa natura bestial, feren gran demostracio de sentir la presencia del seu creador, e, ficant los genolls, adoraren-lo com a son Deu i Senyor, e acostant-se ab molta reverencia a sa magestat ab les boques tancades per no espantar la senyora mare sua,€ ab lo alende que per lo nas lançaven, e, spayosament, calfaven lo Senyor», cumpliéndose así la profecía de Isaías en el sentido de «l´ase e lo bou lo havien conegut, e lo poble de Israel, tan amat, lo havia desconegut».