La Navidad es la cristianización de las solemnidades del solsticio de invierno, y, especialmente, de la fiesta romana del Dies Natalis Solis Invicti, que los humanos celebramos desde tiempos inmemoriales, nunca mejor dicho. La tradición valenciana inveterada, heredada de los repobladores de Jaume I, era celebrar éstas durante tres días, eran «els tres dies de Nadal». Según Alfons Llorenç, uno de los mejores estudiosos de las tradiciones valencianas, los valencianos celebrábamos el día de Sant Esteve el 26 y el día de sant Joan Evangelista el 27, como prólogo al 28, «festa dels sants Innocents».

Bien avanzado el siglo XX, aún se festejaban con un día entero y dos medios no laborables, bastante factible en sociedades vinculadas a las tareas agrícolas. Pasaba lo mismo con las fiestas del equinoccio de primavera, la Pasqua Florida, con los «tres dies de Pasqua». Pero con los cambios estructurales en la economía y en la sociedad, se optó por actualizar estas festividades „donde las había, como es el caso valenciano„ reduciéndolas a dos días enteros seguidos no laborables. Así lo hizo, en su momento, la Generalitat convirtiendo el dilluns de Pasqua en fiesta autonómica. En otros lugares, con tradiciones que enfatizaban más la Semana Santa que la Pascua, han hecho que la fiesta autonómica de primavera sea el Jueves Santo.

Pero la tradición valenciana no se ha preservado de la misma manera en las fiestas del solsticio de invierno porque hemos perdido el segon dia de Nadal. Pérdida importante porque se trata de unas fiestas de profundo carácter familiar. ¿Quién no recuerda el trajín de los dinars de Nadal, con estrenes incluidas: el del primer día, en casa de una rama de la familia y el del segundo, en la otra? Por cierto, esta tradición de dos días de Navidad la compartíamos con otras sociedades: el 26 de diciembre los catalanes aún conservan el dia de Sant Esteve y los anglosajones celebran el Boxing Day.

Es interesante recordar que no es tradición valenciana la cena familiar de Nochebuena. Nuestra Nit de Nadal se vivía de otra manera. Los de misa iban a misa, a la Missa del Gall, y luego, en casa, se hacía un chocolate o alguna otra cosa, un ressopò. Los que no eran de misa, esa noche salían con los amigos a tomar algo. Pero es evidente que la tradición castellana de la cena de Nochebuena ha penetrado en muchos hogares valencianos. Y lo ha hecho en buena parte porque ha llenado el hueco que deja la necesidad de un segundo encuentro familiar en estas fiestas. Un encuentro que muchas familias ya no pueden celebrar en el segon dia de Nadal porque es laborable.

En fin, discrepando de la señora Merkel, algunos deseamos una economía y una sociedad a medida humana, donde se armonice el trabajo y el esfuerzo con la fiesta, es decir, la preocupación de vivir con el goig de viure en el que cuenta mucho poder practicar las tradiciones. Por eso, cara al futuro, sería aconsejable que la Generalitat repensara el calendario laboral no solo en términos de mejora de la productividad, sino también en función de las auténticas tradiciones valencianas. Porque nuestras tradiciones no son ni mejores ni peores que las de otros, pero son las nuestras.