Y en eso llegó el verano

El final de curso político está siendo trepidante, la agenda mediática, no se despega de los escándalos de corrupción del PP. Cada una de las novedades que aparece supera con creces lo que se sabía hasta ese momento. Ni siquiera las mejores series americanas pueden competir con este culebrón por entregas en el que se ha convertido el llamado caso Bárcenas. El partido del Gobierno está envuelto en una tela de araña de la que no tiene forma de zafarse, rehén de un imputado que ha tomado la decisión de elevar el tono de las denuncias y no quedar como el único protagonista en toda esta trama. El escándalo ha entrado en el Parlamento y ha puesto en evidencia el desconcierto de los populares, que han contestado a las preguntas mediante una enrevesada respuesta de defensa acusatoria, urbi et orbe, generalizando la responsabilidad hacia todo el arco parlamentario, como si todos formaran parte de una enorme trama de corrupción. Trasladar esta idea a la ciudadanía, además de injusto es enormemente peligroso ya que contribuye al desprestigio de la política ante la opinión pública.

Ante ese estado de cosas, Rajoy ha preferido escapar, no responder en las Cortes. Va con su estilo, esperar a que las cosas se tranquilicen, pero ante esta forma tan peculiar de asumir su responsabilidad estamos autorizados a pensar que ha decidido comenzar a disfrutar del verano, algo que, por otra parte, tampoco le va resultar fácil. Seguramente, en sus lecturas, cada una de las letras del abecedario lo puede trasladar a un escenario de preocupación del que difícilmente se podrá inhibir. Las siestas tampoco serán fáciles: antiguos compañeros de correrías que aparecen cuchillo en mano al mejor estilo de psicosis, la canciller de hierro vigilándole a través de los hombres de negro, Cataluña asemeja la balsa de piedra de Saramago que se despega y, mientras tanto, Aguirre, atizando el fuego, como si de una pira funeraria se tratara. Buenos sueños presidente, y buena suerte