Opinión

Pleno divino

Jesús Civera

La ceremonia en la que el portavoz del gobierno valenciano da cuenta de lo sucedido en el pleno del Consell, hace tiempo que constituye una invitación al repaso de la actualidad. La crónica en vivo de lo acontecido en los últimos siete días. Uno puede prescindir de los dominicales. Cuando aparece José Císcar, la síntesis de las noticias relevantes ya está servida. Las nuevas imputaciones -siempre cae alguna-, las sombras de la Asociación contra la Corrupción, el Valencia CF, las tribulaciones de Castellano, Rus o el presidente Fabra, los lados oscuros de Rajoy, Bárcenas y el albacea Pedro J., la Fórmula 1 y Ecclestone. Ningún enigma. Salvo algún desliz, el menú está consagrado a la ortodoxia. El semblante de Císcar no anuncia ningún desvelo interior más allá del leve asomo de rugido debido al dolor que infringe la reiteración. Sabemos que algo se mueve porque al responder con el feliz valenciano de Teulada, algunos dan por concluida una batalla: los juglares del bunker-barraqueta pierden posición en el campo. Nada más. ¿Nada? Bueno, alguna pincelada gozosa se ha de permitir el protagonista, versado ya en el catálogo mimético semanal. La de ayer fue bíblica y de una gran belleza. Al preguntarle al portavoz sobre el futuro de Camps, el rostro se elevó: «Dios dirá», bendijo. Un personaje de los «Diez Mandamientos» no hubiera enlazado mejor el sujeto y el objeto. Las consultas sobre el devenir, en efecto, son patrimonio divino, si es que son de alguien, a no ser que encierren alguna clave desconocida. ¿Qué será de Rajoy? ¿Qué será de Fabra? ¿Qué será del propio Císcar y de nosotros mismos? La tradición judeocristiana posibilita que la respuesta la facilite el mismísimo Dios o que se acate la Divina Provicencia, que también anda por ahí. Císcar eligió una buen desenlace para Camps, afecto a los vuelos del más allá. Dado que Fabra no dice nada, y Rajoy no está en condiciones, que lo diga Dios. Mientras esperamos la revelación, algo podemos ir constatando: las digresiones del Consell ocultan la evidencia del inmenso vacío en los contenidos. Sin un euro, con los recortes ya anunciados y con perspectivas políticas mudas, los plenos son un inventario de actos domésticos dedicados a sortear escollos. No es extraño que después Císcar haya de abastecer de comentarios la crónica periodística. Algún día podría proyectar alguna película con mensaje. No sé. «El año pasado en Marienband», donde hay amnesias raras porque todo es muy raro y hoy de imposible visión. Como los periodistas se escabullirían tras las dos primeras escenas, el portavoz al menos podría irse antes a comer.

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