Lfinalización de las obras de la A-3, de cuyo recorrido en 1998 apenas quedaban 30 kilómetros entre Minglanilla y Caudete de las Fuentes, fue sin duda una de las reclamaciones más sentidas en los años 80 por los valencianos. El PP, que la había utilizado para desbancar al PSOE, heredó entonces la responsabilidad de abordar el conflictivo tramo de las Hoces del Cabriel. Hubo entonces muchas prisas para llegar a la cita electoral de 1999 con los deberes hechos. Los plazos de ejecución se acortaron y el presupuesto se disparó. Los fondos destinados a corregir el impacto ambiental acabaron financiando parte de esos sobrecostes, sobre los que nunca se dieron explicaciones, ni siquiera en el Congreso. Tampoco sobre el presunto impacto de las prisas en la seguridad de la vía, que desde el primer momento presentó graves problemas en las juntas de dilatación, se informó. En febrero de 2013, sólo 15 años después de su inauguración, Fomento admitió que el armazón metálico que soporta uno de los tableros de la A-3 en Contreras había cedido. ¿Cuándo empezó a ceder? No lo dijo, a pesar de que los apaños denotaban antigüedad. Pero no tuvo más remedio que desviar el tráfico por la antigua N-III durante cinco meses. A día de hoy, Fomento sigue sin dar explicaciones. Conocemos los síntomas de la enfermedad „una pieza metálica„pero no la causa. Tampoco hay noticias sobre presuntos responsables, ni sobre las obras que serán necesarias, ni de sus costes. ¿A quién tienen que reclamar los transportistas que se ven obligados a desviarse? ¿A quién la ciudadanía que pagó con sus impuestos el puente y las prisas?