Opinión

Hace un año

Si recordamos el inmediato ayer, la situación española de hace un año era insostenible. Se escribía día sí, día no, sobre la necesidad de un rescate inminente. Ni el país ni las empresas ni los ciudadanos podían financiarse, mientras el gobierno se asomaba a un abismo que parecía un desfiladero de cadáveres. Por aquel entonces, la ruptura del euro estaba sobre la mesa, los inversores huían deprisa y corriendo - no sólo los inversores, también el ahorro - y la prima de riesgo cebaba una bomba de relojería. El problema catalán no emitía señales de vida, aunque sin duda estaba ahí, fermentando en el subsuelo. La economía lejos de estabilizarse se despeñaba, entre recortes y EREs masivos. El verano llegó con el anuncio de la nueva subida del IVA y el rescate financiero a la banca. Cabe pensar que esos cuarenta mil millones nos salvaron de una rendición definitiva. Eso y las palabras de Dragui cuando declaró de forma solemne que la moneda única no se rompería y que el Banco Central Europeo haría todo lo necesario para devolver el equilibrio a la zona euro. Cumplió con su palabra.

El hecho es que un año más tarde, el principal problema de España ya no es el euro. La prima de riesgo ha bajado, la bolsa ha subido (aunque siga lejos de sus máximos históricos) y algunos de los indicadores económicos adelantados presagian el final de la recesión. Por supuesto, no asistimos a la mejor de la recuperaciones posibles „ y ahí está el 27% de paro para recordárnoslo cada día„, pero el centro del debate ha girado. Lo que antes parecía inevitable „ la quiebra del país, la ruptura del euro „ ahora nos parece ruido de moscas. A pesar del pánico mediático y político, la tragedia no llegó a suceder.

Verano de 2013: Luis Bárcenas disfruta del privilegiado lugar que hasta hace un año ocupaba el diferencial de la deuda y el rescate financiero. No es ni mucho menos un problema menor, como tampoco lo hubiera sido la suspensión de pagos del país. Ambos casos afectan a la credibilidad y a la imagen de la nación. Ambos nos conducen hasta los extremos del ring, buscando un knockout definitivo. Ambos nos hablan de problemas y de dolencias crónicas que afectan al conjunto de la sociedad y a sus elites de forma muy particular. ¿Está escenificando Luis Bárcenas un chantaje? Sin duda. ¿Se ha financiado irregularmente el Partido Popular? ¿Lo han hecho otros partidos? Es probable. ¿Cómo terminará el caso? Me temo que en nada, ya que ni Rajoy va a dimitir „ a no ser que se aporten pruebas más contundentes „ ni los conservadores van a dejar de emplear su sólida mayoría absoluta. El descalabro en las europeas será considerable „ ¿pero a quién le importan estas elecciones? „ y dentro de dos años ya se verá. La divisa de Rajoy „ como lo ha sido siempre„ es resisitir. Y a estas alturas del partido no creo que cambia de táctica.

Pero más allá del legítimo estruendo mediático lo que cuenta son los grandes problemas de fondo: el dolor crónico de una situación económica que amenaza con atomizar socialmente a los españoles, la desafección de los ciudadanos hacia la política, las tensiones territoriales en Cataluña, la corrupción como epicentro de la mala calidad democrática y la crisis de la Corona. Dentro de un año, seguramente ya no hablemos del caso Bárcenas pero, sin duda, estos cinco temas seguirán sobre la mesa.

El Mesías. También la pequeña historia guarda recelosa sus secretos. A pesar de su fama, nadie sabe, por ejemplo, cómo sonaban originalmente los violines Stradivarius, los Guarnerius o cualquier otro instrumento de la mítica escuela de Cremona, ya que los que se conservan en la actualidad „ hay cinco, pongamos por caso, en el Palacio Real de Madrid „ están completamente modificados. En una entrevista le preguntaron al reputado intérprete Ytzak Perlman si alguno de sus violines modernos sonaban tan bien como su maravilloso Stradivarius «Soil» y contestó: «Sí, seguro que sí; pero, ¿sabe?, con ellos no me siento tan seguro».

El mito de los Stradivarius bebe tanto de la tradición como del presente. Nacieron nobles y „ al igual que la educación permite expresar la potencialidad de la genética „ el transcurso del tiempo los ha ennoblecido aún más. Perfectamente construidos, han ido pasando por el taller de reparaciones de los mejores lutieres de cada época, añadiendo cada uno de ellos un matiz nuevo al sonido y modificando otros. La lección sería que, cuando pretendemos fijar en el pasado una especie de verdad inamovible y mítica, nos engañamos. La Historia es movimiento, evolución, desarrollo, crecimiento orgánico.... Y también lo es la lectura que hacemos de ella. No podemos „ni sabemos „ mirar con los ojos del ayer: debemos hacerlo con los de hoy, aunque sea el pasado el que dote de consistencia al presente. Por supuesto, la tentación populista resulta siempre la contraria: vendernos un mito fosilizado como la raíz única de la verdad. O lo que es mismo: extender la mentira bajo el ropaje de un túnica aparentemente impoluta y emotiva. Por más que esa desnudez sea sólo la de un espejismo.

Luego pasamos a «El Mesías», un violín legendario al que sin duda se puede aplicar el apelativo de único. Su historia daría para uno de esos thrillers pseudohistóricos tan en boga, si bien en este caso me sirve para ejemplificar lo que intento decir. Firmado por Stradivarius, «El Mesías» es el único violín del lutier de Cremona que no ha sido modificado jamás y que permanece inamovible al paso del tiempo. El origen de su nombre se debe a que en el siglo XVIII los intérpretes se referían a un instrumento secreto y maravilloso que nadie había visto ni tocado, aunque todos hablasen de él. Stradivarius se lo vendió a un coleccionista aristócrata que no sabía tocar el violín, sin embargo hay que suponer que fue usado de forma esporádica. Hoy se preserva en el museo Ashmolean, de la universidad de Oxford, como un documento inalterado de antaño, y de vez en cuando se reabre la polémica sobre si se debería volver a utilizar. No obstante, el precio que conlleva esa pureza de siglos es un sonido distinto, seguramente deslucido por el paso del tiempo, una mera sombra de lo que debió ser en sus orígenes. Y ahí permanece, en Oxford, como un maravilloso fósil de la historia de la música, una huella del Edén tan tentadora como todo lo prohibido, pero también tan falso como lo que ha permanecido congelado en un tiempo que ya no es el nuestro. Ni tampoco el suyo.

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