Opinión
Contra el odio
Hace casi dos años, Noruega sufría la mayor matanza colectiva de su historia contemporánea aquel 22 de julio de 2011, cuando un fanático intolerante asesinaba a 76 jóvenes socialistas en un campamento de verano. Hace un año que nos adherimos a la iniciativa que ONGs y diversas personalidades e Instituciones promueven para que el aniversario de la tragedia noruega se convierta en el Día Europeo en Memoria de las Víctimas del Odio, dirigiendo una Petición al Parlamento Europeo que tras pasar los primeros filtros fue admitida a trámite y actualmente se encuentra en la Mesa del Parlamento.
El 22 está ya próximo; salvo que exista un procedimiento que no conozca, creo que tampoco este tema ha hecho correr al elefante y este año no llegará a tiempo tal proclamación. No obstante, seguimos reclamando el 22 de julio como una fecha para el compromiso democrático y solidario contra el odio, el racismo, la xenofobia y la intolerancia. El asesino noruego sólo es una minúscula parte de un entramado que resurge por toda Europa; desde hace años los ataques racistas, homófonos, contra los judíos, gitanos o contra entidades democráticas son tan comunes que están dejando de ser noticia, paulatino olvido que llega a las víctimas y compromete la dignidad misma de todos los europeos.
Ese día recordaremos a las víctimas de Oslo y Utoya, pero sus valores los unen directamente con nuestras víctimas, aquellas lejanas producidas por asesinos de camisa azul o caqui y otras más cercanas por asesinos etarras, pasando por miles de torturados y encarcelados cuyos verdugos aún viven disfrutando de pagas y prebendas habiendo practicado desde instancias oficiales el odio y la intolerancia contra personas tan comprometidas como aquellos jóvenes de Utoya. Todos los intolerantes son del mismo bando independientemente de los colores que dicen sentir; su razón se derrama junto con la sangre de su primera víctima.
Demasiado conocemos sus atrocidades en España; por la dignidad de miles y miles de españoles que aún esperan un trato digno en contraste con otros centenares que sí lo tienen dependiendo de qué asesino fuese el causante de la tragedia, en memoria de decenas de miles de desaparecidos españoles cuyos familiares siguen en la invisibilidad y de miles de víctimas de la represión en sus diversos grados que asoló España hasta las primeras elecciones democráticas en 1977, nuestras instituciones deberían apoyar que el 22 de julio se instituya como el Día Europeo en Memoria de las Víctimas del Odio. Instamos a ayuntamientos, diputaciones y a los distintos parlamentos a hacerse eco apoyando esta petición al Parlamento Europeo. Se lo debemos a quienes cayeron en Noruega y en España por sus valores democráticos, y también a sus familiares vivos en su condición de víctimas sin consuelo ni reparación porque el mismo odio se reproduce generación tras generación intentando sofocar con sangre y miedo los valores de tolerancia, libertad y respeto.
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