Opinión

El cuadro clínico

Nada más poner el pie en el primer acto del día, el presidente del Consell dejó caer que «la renuncia de Alicia de Miguel como diputada es una lección de cómo se tienen que comportar los políticos». En el día previo, el entorno de la dimisionaria negó que la renuncia esté relacionada con la imputación y la propia interesada certificó que los motivos del paso dado son «personales». No es de extrañar, pues, que la que fuera en su día látigo de los medios desafectos en época de su queridísimo Eduardo se haya inclinado por regresar a la actividad sanitaria porque todo lo que está ocurriéndonos es para que nos lo hagamos mirar con cierta urgencia. Los hechos, las sospechas, los desmadres, las actitudes, las contras y las explicaciones que hemos de meternos en vena reclaman una batería tal de prescripciones que no sé si, con los recortes a los que continúa sometido, el Servicio Valenciano de Salud está en condiciones de emitir.

Fabra completó su reconocimiento a la que acaba de irse lamentando el «tema preocupante, lógicamente» que representa la presencia de imputados en las instituciones. En esta ocasión, por tanto, prefirió expresarse en plan Gila al optar por la celebrada fórmula del «parece que molestan...», pero sin que ninguno de los actores muestre intención de entrar siquiera en la diatriba. Si el propio mandamás del Ejecutivo reconoce la alarma por el cuadro, ¿cómo piensa él que deben sentirse los ciudadanos que ven que en ese tipo de manos es en el que permanece la gestión de los recursos que afectan a su vida diaria y sobre los que apenas advierten rentabilidad, no digamos ya planes de futuro? En fin que, dado que por la terapia de choque no está, el inquilino del Palau dejó caer la chinita al ensalzar a la recuperada hematóloga a ver si de ese modo le hierve la sangre al resto de encartados. Sí, sí, seguro. Molt, presidente.

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