Los reality de la tele son los programas que tienen más guión, es decir en donde nadie fríe un huevo „ahora hay muchos de cocina„, se pelea con la compañera o riñe con el novio sin permiso de los guionistas que fabrican el programa. Un trocito de realidad es muy fácil de producir: lo hacemos todos los días. La realidad, depende de nuestras percepciones, claro, nunca la conocemos directamente (ni la conoceremos) sino por la mediación de los signos y tú mismo eres parte de los que pretendes conocer. Sin embargo, hay una definición operativa, deportivo-militar, de la realidad que siempre me ha gustado: es el territorio de prueba.

En efecto, cuando la realidad alcanza cierto tamaño, en los latifundios de la realidad, digamos, menudean los imprevistos, los accidentes y el disparate. Por ejemplo, todos sabemos que hay gente con suerte, pero lo de Carlos Fabra con la Lotería Nacional no es haber nacido con una flor en el culo, sino tener toda Iberflora plantada en el tafanario. Lo mismo pasó con el accidente del metro ocurrido en Valencia el 3 de julio de hace siete años: la posibilidad de que en las disciplinadas comunicaciones metropolitanas se infiltre el virus de la incertidumbre y mate a 43 personas de una tacada es muy remota si cada cual y cada pieza está en su sitio y si no lo está, habrá que averiguarlo como ha pedido ahora el fiscal porque la otra opción es la que se tomó: pagarle a un gabinete de imagen para que te fabrique una realidad aparte, más apañada.

Y esto ya nos va dando una pista acerca de lo que ocurre ahora mismo, es decir del empeño del régimen en convencernos de que el acaparamiento de sueldos, gabelas, suplementos y dietas se llama servicio (a España) y que la recuperación es como la gloria para los clérigos: llegará tras inacabables recortes y restricciones, nos pillará instalados en la más completa miseria, será un continuo posponer, algo para la otra vida, un lujo que nunca estará a nuestro alcance, algo así como la zanahoria tras la que trota el burro, sin señalar. Me parece normal que nos hallemos sedientos de realidad, pero es un material se expende en la calle, no en Internet.