Opinión

El final de la clase media

E n este país nunca hemos andado sobrados de clase media, es más, en diferentes círculos siempre han existido serias dudas acerca de su existencia, lo cierto es que, durante los últimos años del siglo pasado, gran parte de la sociedad española mejoró en calidad de vida e incrementó considerablemente su capacidad adquisitiva. Estos cambios se han producido y consolidado gracias al crecimiento del Estado de bienestar, la configuración de los grandes sistemas de protección, sanidad, educación, pensiones y servicios sociales, ha generado una serie de ventajas para el conjunto de la población que ha hecho posible el ahorro en materia de salud, educación, pensiones y cuidados de las personas mayores, todo ello ha permitido destinar una parte de los ingresos, de las familias, hacia otro tipo de gastos, incrementado considerablemente el consumo y el nivel de vida de una parte importante de la población española.

Como consecuencia de los recortes que se vienen produciendo actualmente en las prestaciones sociales, comienzan a aparecer estudios que nos indican el giro radical en los hábitos de gasto, el copago farmacéutico se está convirtiendo en un gasto fijo de una parte importante de ciudadanos con problemas de salud, las tasas universitarias suponen un gasto notable, sobre todo en aquellas familias que tienen varios hijos y quieren que estudien, los recortes en dependencia gravan la economía familiar de cientos de miles de dependientes.

Pero además, estos recortes vienen acompañados de un afán recaudatorio desmedido, por parte del Estado que, envía directamente hacia las arcas públicas una gran parte de los ingresos individuales, debido al alza en los precios de la gasolina, el trasporte, el butano, el IVA€., de manera que grupos poblacionales, compuestos por funcionarios o profesionales, que hasta ahora podía ser considerados como clase media, comienzan a sufrir de manera muy evidente este cambio en las reglas de juego y han tenido que responder modificando sus hábitos de consumo comenzado por no salir de vacaciones, no cambiar el coche o destinar mucho menos presupuesto a ropa y calzado.

A esta situación hay que añadir la sensación de inseguridad generada por la inestabilidad en el mantenimiento de los sistemas de pensiones y las dudas razonables sobre el alcance futuro de la sanidad pública. El panorama comienza a ser preocupante, además de injusto y peligroso, lo primero porque los actuales recortes de bienestar se producen sobre aquellos que han estado cotizando y aportando una parte muy importante de su esfuerzo personal hacia el bienestar colectivo y peligroso porque si no se recuperan los niveles de consumo de años atrás difícilmente saldremos de la situación de recesión económica actual.

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