Opinión

Entre desgarros y Fragilidades

Esta semana hemos llegado hasta aquí tocados del ala. Aunque sea circunstancialmente, la profusión de secuencias repletas de drama rompen esquemas. Son las historias humanas las que se meten en lo más hondo. Unas, estimulantes dentro del siniestro y de lo que debió ser aquella primera noche en los alrededores de la vía, con cantidad de brazos, ojos y piernas buscando latidos en medio del aterrador paisaje y, otras, cortadas en seco.

La contemplación de esos rostros que han llegado a la estación término sin cubrir la distancia prevista; el conocimiento de refilón de ciertas trayectorias vitales; sus inquietudes y anhelos; la insultante juventud de muchas de las víctimas; las múltiples peripecias experimentadas en torno al suceso ponen un fondo descarnado que alerta sobre la fragilidad en la que nos movemos. Y eso hace que un mecanismo vuelva a saltar como cada vez que se produce un sobresalto de esta naturaleza para advertirnos que, los que no compramos uno de esos billetes luctuosos, contamos con una nueva oportunidad.

Es el momento en el que suenan unas cuantas melodías al azar porque hay que refugiarse en la música buscando alivio. Somebody that I used to know, la cautivadora sintonía de Goyte que hace algo más de un año engatusó a medio mundo; la espontánea Rozalén con su «que 80 son las veces que al día me acuerdo de ti, las mismas que recuerdo que te tengo que olvidar»; Alejandro Sanz... todos ellos con canciones del desgarro que arrastran las cosas del querer; de lo que solemos complicarnos la existencia en el amor y en el desamor; de las dificultades que encontramos para dar el brazo a torcer; de la pérdida tan estúpida de energía.

Y, sin embargo, a cuántos desconsolados por la tragedia les mortificará para los restos aquella tontería que se ha quedado sin reparar y lo realmente cruel que es volverse para dar una disculpa y encontrarse de sopetón con algo así de tremendo. El vacío.

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