Opinión

¿Debe dimitir Rajoy o almodóvar?

No es imprescindible haber estudiado en Salamanca (ni en el CEU) para concluir que tanto la televisión como la radio han cambiado mucho desde los tiempos de su invención. Es obvio, igualmente, que la radio y las cadenas de televisión actuales son el portaestandarte de la necedad y la estúpida banalidad ágrafa, timbre y gloria en 2013 (y lo que se avecina: el analfabetismo humanista generalizado).

La denominadas «redes sociales» (yo jamás las encuentro) están contribuyendo grandemente al analfabetismo y la imbecilidad dominantes. Cualquier idiota («idioto») evacua una ocurrencia, oculto en el anonimato de la telaraña de las redes. Es la «ultrademocracia» o el derecho de quien sea a pregonar sus sandeces y mala educación.

No hace más de veinte años, los incultos intentaban aprender de quienes detentaban „por años, estudios, experiencia y sabiduría„ la «autorictas». Hoy, los incultos de la nueva generación, se comunican con las televisiones y las cadenas de radio „inducidos por ellas„ para «debatir», «reflexionar» o dar su «opinión». Es indiferente que no sepan «debatir», «reflexionar» o que tengan una «opinión» de risa.

Como ha escrito Ignacio Ruiz Quintano, «la democracia liberal es anglosajona, una cultura sin cafés: corrillos, cotarros, tertulias». En España es lo contrario. Es el país del «todo opine», los chascarrillos (de café, bar o mercado), de la osadía para enjuiciar aquello que se desconoce, del «esto lo arreglaría yo». El español de la Península Ibérica (catalán, andaluz, asturiano, vasco, castellano, manchego, valenciano, etcétera) es fanfarrón. No escucha al prójimo, cree que sabe de todo, habla en voz alta para que se le oiga (no tiene argumentos). Es„está seguro„ brillante y «gracioso». Y manifiesta un fanático e irracional apasionamiento primario. Lo cual explica, en parte, la Guerra Civil. El hispanista Gerald Brennan, en Al sur de Granada, nos dejó una clarividente radiografía moral, psicológica y cultural del español.

Corrillos, cotarros, chafardeo, tertulias, parloteo, cháchara, verborrea Quintano: «El hombre de la calle que hace historia y el hombre de café que la envenena» (las tertulias partidistas y extremistas de los mesnaderos). La «verdad» no es ni única ni axiomática. ¿Sí o no? Desde que se inventó Twitter y Facebook „y el móvil„, las cadenas de radio (también las televisiones) descubrieron que para rellenar tantas horas de programación vacua, una de las soluciones era la «participación», en directo, de los oyentes.

Entonces, a los espíritus con inquietudes, aburridos o mitómanos de los «conductores» de los programas, se les dio voz para juzgar o contar cualquier gilipollez (así de claro) de su vida íntima, familiar o pública. «Ya saben» „escucho diariamente„ «si "quieres" (el funesto tuteo) darnos tu opinión llámanos al teléfono (X), o a nuestra dirección de Twitter o Facebook".

Temas a discusión: «¿Crees que Einstein descubrió la teoría de la relatividad? ¿Sí o no?». «¿Crees que Julio Verne fue un novelista transexual nacido en Nantes? ¿Sí o no?». «Cuando alguien se tira un pedo en el ascensor, ¿cómo habéis reaccionado?». «¿Debería dimitir Mariano Rajoy o Pedro Almodóvar. ¿Cuál de los dos?». «¿Dónde hicisteis el amor por primera vez? ¿En un automóvil, en el cuarto de la plancha o en la cama de vuestros padres?». «¿Qué músico de jazz os gusta más? ¿Lennie Tristano, Lester Young o Lolita?». Los radioyentes y teleespectadores contestan con «autorictas» . Y se quedan tan ufanos. ¡Pobres de todos nosotros!

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