A la consternación, horror, piedad hacia las víctimas, sigue siempre, de modo automático e instantáneo, la búsqueda de explicación y culpas. Pero la alta velocidad trae siempre de la mano la alta intensidad de los accidentes. No digo que haya más: seguramente serán menos en la estadística de un período largo, pero de más intensidad, más cruentos, algo parecido ya a los de un accidente de aviación. El cuerpo detecta en seguida ese riesgo cuando el AVE acelera con fuerza, igual que cuando el avión corre por la pista de despegue, un aviso parecido al que sentimos cuando alguien blande un afilado cuchillo cerca de nuestra carne, aunque sea en la cocina. ¿Un fallo humano, técnico o de sistemas de control, en este caso? Es urgente saberlo, tomar medidas, etcétera, pero en el fondo la intensidad del riesgo va unida a la velocidad. Venía en la caja, cuando en su día compramos el juguete AVE.