Opinión

La casa del sabor

Antonio Vergara ha visitado el mejor restaurante del mundo y nos presenta su foto con Joan Roca en «La Cartelera». ¡Como le admiro! Come en los mejores establecimientos y además está delgadito y juvenil con sus vaqueros. Entra en mis planes futuros comprarme un sombrero similar al suyo y pasearme por los fogones acreditados fingiendo ser su hijo, para que me traten como a él lo tratan. Sabor dulce.

En Valencia nos conformamos con guisos más simples, salvo excepciones. La semana pasada en el ayuntamiento nos cocinaron la famosa «Ordenanza sobre la prostitución» que, tanto rato cociéndola, ha quedado bastante «empastrada». Sabor rancio.

Hace muchos años Carles Mira rodó «La portentosa vida del Padre Vicente» no pudiéndose estrenar en Valencia oportunamente por miedo a los patriotas iracundos. Se presentó discretamente en el Cine Museo, y acudí a verla con mucha curiosidad que al final desembocó en decepción. No era para tanto, y podía haber sido para mucho más. Sabor salado.

Igual sucede con este texto que perfectamente podía haberse aprobado en pleno franquismo, y que seguramente no se aprobó porque algunos munícipes eran menos mojigatos que los actuales. He consultado el texto íntegro y da una impresión de provisionalidad penosa. Sabor agrio.

La «ordenanza» más que regular prohíbe el ejercicio de la prostitución «en el espacio público», con la excusa de proteger a los menores.

«A sensu contrario» está reconociendo la existencia de una prostitución «en espacio privado» que se supone libre y autorizada.

Curiosamente sanciona las relaciones sexuales «retribuidas» en la vía pública, incluso dentro de un coche. Por tanto quedan autorizadas las relaciones «no retribuidas». El problema es demostrar cuando se ha pagado y cuando no.

Para curarse en salud los concejales prohíben conductas «bajo la apariencia de prostitución». En consecuencia si se consiguen burlar las «apariencias» el negocio también quedará admitido.

Se penaliza también la «promoción de servicios sexuales en todos los soportes publicitarios existentes, tanto de titularidad pública como privada, así como en los medios de transporte urbano». Pilar Monreal y su legendario «Majestic» fueron los pioneros en la publicidad sexual, llegando a desplegar un yate en la «America's Cup» con el logotipo de la empresa.

Lo llamativo es que en estos anuncios nunca se llega a concretar lo que ofrecido, sólo sugieren. En este sentido son mas atrevidos los anuncios de colonia, ropa interior y otros productos que acuden a lo sexual como reclamo comercial. También cabe anotar que, con lo mal que está el sector del taxi, se les está fastidiando indirectamente.

En resumen, la prostitución es legal y permitida en Valencia mientras se ejerza en sitio privado. Las profesionales callejeras tendrán como alternativa los términos municipales limítrofes donde el tema se trasladará. Si en Sedaví, Alfafar, Torrent, Picanya, Alboraia, Tavernes y resto de poblaciones les pusieran una tasa laboral, se forrarían. Pero a nuestros políticos les falta mucha imaginación.

Valencia renueva con esta ordenanza su sabores trasnochados. Con razón Vergara siempre está viajando para comer fuera. Los indígenas hemos de conformarnos con pequeñas excepciones que dan valor a la regla general. Esta semana se me va de vacaciones Marisa y su equipo en mi casa favorita de comidas para llevar de la avenida de la Plata. Añoraré durante un mes su sinfonía de originalidades. Cuando los valencianos sepamos comer mejor, quizás elaboremos mejores ordenanzas. Para ello elabora el intrépido Vergara su anuario gastronómico, donde le insto a incluir artesanos de comidas transportables que tan buenos momentos nos proporcionan a los que nos gusta comer en casa, para mitigar que en el ayuntamiento no sepan cocinar.

Por cierto, ¿para cuando prohibir comer o masticar chicle en la calle? Puestos a ser represivos, seámoslo a lo grande.

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