Opinión

La otra batalla de Almansa

El alcalde de Gandia, Arturo Torró, va a cambiar la escultura de Antoni Miró sobre el 25 de abril y la Batalla de Almansa ubicada en una de las rotondas principales de la capital de la Safor porque los madrileños, dice, no la entienden. Y el subconsciente le pierde cuando añade que lo que busca ese cambio es la dignificación de la obra, pero como no sabe cómo dignificarla emplaza a la oposición„fue quien la encargó„ a que elija lugar y fecha.

Debe andar algo aburrido y ligero de presupuesto cuando lo que se le ocurre ahora es gastar dinero público en cambiar la obra y colocar allí otra que los madrileños entiendan. Igual un tractor, unos anzuelos o una barca de esas que pueblan nuestras rotondas iría bien, aunque la de Antoni Miró esté muy clara y además sea de corte realista.

Los políticos siempre han sido muy dados a los cambios de esculturas públicas. Parece que les va ese baile. Se entiendan o no. La lista es de nota. Nada más llegar al Ayuntamiento de Valencia Rita Barberá anuló el encargo al ceramista Antoni Mestre para la construcción de un monumento en homenaje a Tirant lo Blanc en la plaza de la Reina. En su lugar, su entonces edil de Cultura, Dolores García Broch „gobernaba el PP en coalición con Unión Valenciana„ se empecinó en colocar un bronce dedicado al jurat Francesc de Vinatea donde durante décadas estuvo la estatua ecuestre de Franco. Pero no quedó ahí la cosa. Se llevaron por delante una de Sanleón que tampoco les gustaba porque era rara. Así que el artista, harto de la persecución político-mediática, la inmoló a las puertas del IVAM en un ejercicio de destrucción que pasó a la historia y recorrió todas las televisiones. En Alicante tampoco se salvó Anzo. Por no hablar de aquella de Alfaro en homenaje al Mundial del 82 que estaba en los aledaños de Mestalla y acabó en una rotonda de la avenida de Aragón con el cambio de gobierno municipal y autonómico. En Gandia quitaron los pinochos de Artur Heras y Pepa Frau, una obra de Ramón de Soto... A nuestros gestores públicos „expertos todos en el tema„ les va meterse en asuntos relacionados con el arte y los monumentos públicos „Camps compraba los cuadros a docenas a su pintor de cámara para el IVAM y a Carlos Fabra le pone la obra de Ripollés„. Sólo que su credibilidad estética es mucho más que dudosa. Ahí están las cabras del «by pass».

Si hiciéramos caso a Torró, habría que cambiar la mitad de las esculturas públicas situadas por el mundo. A ver si los japoneses que pisan por primera vez Barcelona saben quién es aquel que está con el dedo en lo más alto, los visitantes de Nueva York entendían la obra de Picasso situada junto a las Torres Gemelas o la «peineta» de la bolsa de Milán. Y no me digan el Manneken Piss de Bruselas.

La reivindicación siempre ha acompañado a la Historia del Arte. ¿No es la historia una superposición de culturas y sensibilidades y el arte está para ser interpretado? ¿Entonces?

Lo que subyace en el fondo de este asunto, para qué engañarnos, no se trata de un debate serio en torno al arte o el urbanismo „el currículum de Miró es suficiente al margen de gustos„, sino de una decisión que sólo esconde una intencionalidad política. Desgraciadamente lo de siempre, sea del color que sea, pero en época de ingravidez económica. La consellera de Educación y Cultura, María José Català, hablaba del fin del sectarismo ideológico y cultural con este nuevo Gobierno. No está del todo claro.

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